Rab Abraham Twerski
16 de enero de 2020
La Torá nos dice que Moshé dejó el palacio real y salió a sus hermanos y miró sus cargas. El Midrash afirma que fue entre los esclavos hebreos y los ayudó en su trabajo duro. Si bien la simpatía es un buen rasgo, no es suficiente. Moshé quería sentir el sufrimiento que sus hermanos estaban experimentando.
El Talmud nos dice que el Rebe Zeira “nunca se regocijó en la desgracia de los demás”. Este difícilmente no es el elogio de una gran persona. Disfrutar de la desgracia ajena es reprensible. La alabanza de Rebe Zeira es que no podía regocijarse en su propia felicidad mientras supera que había otros viviendo en la pobreza y la angustia.
Un Rebe jasídico vio un día a su hija con sus amigas festejando y riendo. El reflexionó con ellas, diciendo: “¿No saben que el hijo del panadero está gravemente enfermo? ¿Cómo se puede reír y ser feliz cuando se sabe que otros están sufriendo?
La adicción es una enfermedad del “egoísmo” y la recuperación requiere interactuar con otras personas.