Alberto J. Rotenberg

18 de julio de 2020

Tuve el mérito de conocer personalmente y compartir muchas vivencias durante más de cuatro años junto al querido Rab Iona Blickstein ztl que partió al Olam Habá hace una semana. Tuve la oportunidad de vivir durante ese lapso en la ciudad de Panamá -hace algo más de dos años- y conocer una comunidad judía pujante y ávida de crecer en Torá y Mitzvot. Si bien el contexto macroeconómico de los últimos años no resultó tan favorable como décadas anteriores y afectó las finanzas de varias familias, la actitud generosa y solidaria de sus miembros es un ejemplo digno de reconocimiento y elogio.

El Rab Iona Blickstein zt’l, de amplia trayectoria tanto en las fuerzas armadas de Israel como en el liderazgo religioso en distintas comunidades donde ofició de rabino, residió sus últimos años en Panamá en compañía de su familia. Autor de numerosos libros y artículos de Torá, continuaba brindando charlas y, sobre todo, trasmitía sus conocimientos espontáneamente a las personas con las que se encontrara, tanto en la sinagoga, en la calle o donde fuera.

Sin embargo, el rasgo que sobresalía en él era la humildad y la cercanía con la gente. Siempre se preocupaba por la situación del prójimo. Recuerdo muchas veces que se quedaba esperando como yo acababa con el rezo y me disponía a salir (¡ël me esperaba a mí en vez de yo a él, como hubiera correspondido!) para contarme algún jidush de la perashá (una nueva enseñanza) y sobre todo preguntarme cómo estaba. “¿Cómo estás, Jorge?”, recuerdo que me preguntaba -es la única persona que me ha llamado con mi segundo nombre-, y se quedaba observándome fijamente hasta que le decía que estaba todo bien. Recién ahí me liberaba…

Que el mérito de su Torá y buena acciones traiga consuelo a su familia y seres queridos.