El granjero abrió la puerta de su casa y por sorpresa se encontró con unos sabios Iehudim. “Shalom” le dijeron los sabios, “escuchamos que tienes una vaca roja, ¿podríamos verla?”
“Cómo no” respondió el granjero. Los nobles Iehudim revisaron la vaca y le dijeron…. “Queremos comprarla”. “Sí ¡¿por qué no?! Páguenme 3 monedas de oro, mejor que sean 4”. “Excelente” dijeron, “nosotros vamos a nuestro carruaje a buscar el dinero”. En el momento que éstos fueron a traer las monedas, comenzí el granjero a pensar: ¿Para qué querrían estos Iehudim la vaca roja y por qué estaban dispuestos a pagar 4 monedas de oro por ella…? Ah recordé que una vez había escuchado que los Iehudim necesitan para el Beit Hamikdash de ellos una vaca colorada.
Volvieron los sabios y quisieron darle el dinero, pero éste les dijo… ¡Mejor no quiero venderla! Los Iehudim dijeron te pagaremos 5 monedas, pero éste se negó; ellos respondieron: “Está bien, 10 monedas, 20 monedas, está bien 1000 monedas” y finalmente y muy entusiasmado el granjero acepto. Le dijeron los sabios, nosotros iremos a Ierushalaim a buscar el dinero y mañana lo traeremos. Cuando los Iehudim se fueron el granjero saltaba y bailaba de la alegría, un poco más y seré un hombre rico,oexclamaba. Llamó a su buen amigo y le contó cómo se las arregló para chantajear a los judíos y sacarles tanto dinero. Entonces con una mirada malvada le dijo a su amigo… “Ahora vas a ver como los engaño a éstos, si voy a poner el yugo a ella toda la noche y no se darán cuenta, ¡ja ja ja!”.
Al día siguiente llegaron los Iehudim con las 1000 monedas de oro, el granjero les trajo la vaca y estiró su mano para recibir el dinero. Los sabios le dijeron: “Espera un momento, nosotros queremos revisar la vaca”. La miraron y vieron que los pelos de su cuello estaban doblados y sus ojos miraban hacia los lados, señal de una vaca a la que fue puesto el yugo.
Los Iehudim dijeron al granjero: “Toma tu vaca, ¿pensaste que nos ibas a engañar? Vamos a buscar una vaca roja por otro lugar”.
Los Jajamim se fueron y el granjero comenzó a llorar. “Qué tonto fui” -exclamaba- “qué inteligentes que fueron”.
¡Bendito sea el que eligió a esta nación! Tanto fue el dolor que el granjero murió.
Shabat Shalom
R. Eliahu Mizrahi. Yeshivá Pirjei Shoshanim, Israel.
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