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Por qué Estados Unidos realmente quiere un consulado de la Autoridad Palestina en Jerusalem

Por qué Estados Unidos realmente quiere un consulado de la Autoridad Palestina en Jerusalem

Eugene Kontorovich

Foto: Una ilustración del consulado estadounidense a la izquierda, dentro de la Puerta de Jaffa en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

La administración Biden está tratando de deshacer parcialmente uno de los mayores logros diplomáticos de Israel en las últimas décadas: el reconocimiento de la soberanía de Israel sobre toda Jerusalem por parte de Estados Unidos, seguido por muchos otros países. La buena noticia es que, a diferencia de muchos ataques diplomáticos, el gobierno israelí tiene el poder de detener éste.

Estados Unidos está presionando para abrir una nueva oficina diplomática en Jerusalem, una que estaría dirigida a la Autoridad Palestina. La Embajada de Estados Unidos en Jerusalem ya brinda servicios consulares a los palestinos. Es inaudito que un país tenga un consulado independiente en la misma ciudad donde ya tiene una embajada. El objetivo de crear un consulado separado es socavar el reconocimiento de Jerusalem por parte del expresidente estadounidense Donald Trump. Pero según el derecho internacional, Estados Unidos necesitaría el permiso de Israel para realizar esta acción.

Estados Unidos no quiere abrir un consulado simplemente para tener un lugar para los enlaces diplomáticos con la Autoridad Palestina. Si eso fuera todo lo que quisieran, podrían lograrlo fácilmente abriendo una misión en Abu Dis o Ramallah, donde la mayoría de los otros países mantienen sus relaciones. con la AP. O podrían reabrir la misión palestina en Washington, DC, que Trump también cerró. En cambio, al exigir que Israel acceda a un consulado en Jerusalem, la administración está demostrando que no se trata sólo de tener un lugar conveniente para tomar un café con el líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.

De hecho, el propósito de abrir el consulado es reconocer los reclamos palestinos sobre Jerusalem. Si la Autoridad Palestina no tiene un reclamo legítimo sobre Jerusalem, no puede haber ninguna razón para tener un consulado allí. Sin duda, ésta es la razón por la que la apertura del consulado es la principal demanda política relacionada con Israel de la representante radicalmente antiisraelí Ilhan Omar. El hecho es que el ex embajador de Estados Unidos en Israel, Daniel Shapiro, dejó en claro antes de las últimas elecciones estadounidenses que la apertura de un consulado separado para los palestinos sería una señal del apoyo de Estados Unidos a una capital palestina en esa ciudad.

Es cierto que Estados Unidos tenía un consulado en Jerusalem desde 1844, que estaba separado de la embajada. Pero eso se debe a que Estados Unidos ni siquiera había reconocido que Jerusalem estaba en Israel (y obviamente ese consulado se estableció sin ninguna relación con los palestinos). Cuando Trump reconoció a Jerusalem como la capital y trasladó la embajada, tuvo que cerrar el consulado porque su existencia separada era simplemente incompatible con este reconocimiento. La reapertura del consulado haría retroceder el reloj antes del reconocimiento de Jerusalem por parte de Estados Unidos.

El gobierno de Biden sabe que no tiene apoyo interno para “no reconocer” por completo a Jerusalem, por lo que está atendiendo las demandas de la extrema izquierda al deshacer las consecuencias naturales del reconocimiento.

Esto sería un gran problema: desde la creación del estado, ningún gobierno israelí, de ninguna inclinación política, ha permitido la apertura de una misión diplomática que no sea a Israel. Hacerlo no tendría precedentes. Si bien hay algunos consulados europeos en Jerusalem que no están acreditados ante Israel, éstos son anteriores a la creación del estado.

Si Israel permite la apertura de un consulado de este tipo, es difícil imaginar cómo cualquier país en el futuro sería diplomáticamente capaz de abrir una embajada en Jerusalem sin abrir una misión paralela a la Autoridad Palestina. Esto consolidaría la noción de que “ambas partes” tienen reclamos legítimos sobre la ciudad.

Afortunadamente, el gobierno actual comprende lo fundamental que es este problema y ha rechazado enérgicamente las propuestas de Estados Unidos. El ministro de Relaciones Exteriores, Yair Lapid, ha expresado su oposición incluso con más firmeza que el entonces primer ministro Benjamin Netanyahu cuando la nueva administración estadounidense planteó el tema por primera vez. Netanyahu nunca tuvo que soportar la significativa presión continua que sigue ejerciendo el Departamento de Estado de EE. UU. Lapid ha dejado claro que entiende que no se trata de una oficina diplomática; se trata del estado de Jerusalem.

Pero la historia está lejos de terminar, ya que Estados Unidos ha redoblado recientemente su insistencia. La verdadera prueba del gobierno de Israel radica en la acción: garantizar que no se abra ningún consulado incluso cuando Washington aprieta los tornillos diplomáticos.

La administración estadounidense está intentando intimidar a Israel al describir el consulado como una “promesa de campaña” de Biden, aunque es difícil encontrar una declaración pública sobre el tema por parte de Biden durante su campaña electoral. El gobierno de Israel debe dejar en claro que la única soberanía israelí sobre Jerusalem no es una “promesa de campaña”, es un axioma fundamental y obvio.

Los estadounidenses están indicando que pueden simplemente intentar forzar el problema, declarando que están abriendo el consulado y contando con que Israel los acompañe. Israel necesita aclarar ahora que no aceptará un hecho consumado. Una misión diplomática necesita muchas cosas del gobierno anfitrión, desde visas diplomáticas y placas hasta la coordinación de seguridad. Si Bennett y Lapid quieren disuadir a Estados Unidos de intentar tácticas duras, deberían declarar ahora que el gobierno de ninguna manera reconocerá una nueva misión diplomática abierta sin su consentimiento.

*El profesor de derecho Eugene Kontorovich es uno de los expertos más destacados del mundo en jurisdicción universal y piratería marítima, así como en derecho internacional y el conflicto árabe-israelí.

(Israel Hayom)

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