Alberto J. Rotenberg
8 de julio de 2019
Los medios de comunicación se han hecho eco de un comportamiento público del embajador de Israel en Brasil. Según un tweet del domingo enviado por la embajada israelí en Brasil, “Antes de la final de la Copa América entre Brasil y Perú, el presidente (Jair) Bolsonaro y el embajador (Yossi) Shelley almorzaron juntos en Brasilia. Seguirán el juego deseando suerte al equipo brasileño que está buscando otro título. ¡¡Vamos Brazil!!”
Como expresó David Israel en jewishpress.com, gran artículo de relaciones públicas y es bueno saber que nuestro embajador está en tan buenos términos con el jefe de una de las 10 principales economías mundiales. Sin embargo, ésta es la cuestión, como señaló Ha’aretz, alguien tachó la comida en los platos de ambos estadistas, con la torpe línea negra de Photoshop, y es bastante obvio que el encubrimiento tenía que ver con lo que está escrito en Vaikrá 11:10: “Empero, todo lo que no tenga aletas y escamas, en los mares y los arroyos, de todo lo que pulule en las aguas, de todos los seres vivientes que estén en las aguas, abominación será para ustedes”.
Sí, ambos comieron langosta, que está definida por nuestra tradición como Sheretz, que es impía y que se arrastra como la cucaracha.
Este hecho recuerda una situación ocurrida en la celebración organizada por la Embajada de Israel en Argentina hace pocas semanas, con motivo del Aniversario de la Independencia del Estado de Israel. En la ocasión se sirvió comida no kosher, lo que provocó que muchos no comieran e incluso algunos rabinos optaron por retirarse cuando estaban por ingresar al salón y se enteraron de la novedad.
En primer lugar, como ya quedó dicho, es un precepto de nuestra sagrada Torá comer kosher. Por lo tanto, todos los judíos debemos cumplirlo. Esto es reconocido incluso fuera del ámbito comunitario, ya que, en más de una oportunidad, cuando funcionarios o autoridades de un gobierno invitan a algún representante o dirigente judío, cuando sirven comida toman en consideración que sea kosher. Esto refuerza la contradicción que desde el propio ámbito de una entidad judío o representativa de Israel no se observe el cumplimiento de este precepto cuando los propios gentiles lo respetan.
En esta situación hay dos cuestiones subyacentes que merecen una reflexión por parte de quienes, desde el ejercicio de su cargo, transgreden públicamente el cuidado del kashrut.
¿Acaso no existe una clara conexión entre la Tierra de Israel y el judaísmo?
¿Cómo influye entre propios y extraños la trasgresión abierta a un precepto esencial de nuestra vida judía?
La conducta de cada persona es juzgada por el Creador del Universo. Ello no obsta la responsabilidad y la repercusión de los actos que aquellas personas que ejercen algún grado de representatividad o liderazgo, que se traduce en el especial cuidado que deban observar precisamente en el ejercicio de su función.