Rabino Yair Hoffman
18 de julio de 2019
(Para 5TJT.com. YWN) Ella no es miembro de Hatzalah, pero salva vidas. Ella lo considera su trabajo de tiempo completo; sin embargo, no le pagan. Ella desea permanecer en el anonimato, pero la llamaremos “Hadassah”.
Hadassah, en sus tempranos cuarenta años, pasa sus días conduciendo pacientes de cáncer y sus familiares hacia el hospital. Normalmente, ella viajará desde su casa en Lawrence a Boro Park para recoger a la familia con su hijo. Ella los trae a Memorial Sloan Kettering en Manhattan. Luego ella asiste a sus recados o una sesión de gimnasio. Y luego ella conduce a alguien de vuelta. Ella hace esto todos los días.
Ella es una conductora de Jai Lifeline. Y ella ha estado haciendo esto durante dieciséis años.
¿Por qué se metió en esto? ¿Cómo comenzó ella?
En realidad, fue por consejo de su padre. La hija de Hadassah se negaba a ir a la escuela. Hadassah se quedó en su casa y la llevó a hacer recados. Pronto, sin embargo, Hadassah se estaba volviendo loca. ¿El consejo de su padre? “Terapia Mitzvá. Es lo mejor”.
Y así, Hadassah comenzó su carrera de dieciséis años.
Aunque todos los días ella ve milagros, hubo una historia, un incidente, en el que vio que el Yad Hashem se desarrollaba ante ella. Ella recibió una llamada de Jai Lifeline para recoger a alguien en un vecindario lujoso y llevarla al aeropuerto a las 5:00 AM. Era el comienzo del verano y los hijos de Hadassah estaban todos en el campamento. “Si me canso mucho, siempre podría dormir una siesta durante el día”. Decidió hacerlo.
Cuando llegó a la casa, la joven entró en su auto con siete maletas. Estaban llenos de juguetes. “Los llevo a los niños en Israel que son pacientes de cáncer”, dijo. A Hadassah le pareció un poco extraño que Jai Lifeline estuviera haciendo esto, pero había aprendido a no preguntar, hace mucho tiempo. Al final resultó que la propia benefactora era ella misma una sobreviviente. Hadassah la llevó varias veces a hospitales locales y se hizo amiga de ella.
Unas pocas semanas después de este verano, uno de los clientes habituales de Hadassah estaba histérico. “¡Por favor ayúdame, Hadassah! ¡Mi hija ha cumplido 18 años y quiere interrumpir sus tratamientos! ¡No sé qué hacer! ¿Puedes hablar con ella?
Hadassah le habló, pero fue en vano. “No tienes idea, ¡cómo es para mí!”, fue la respuesta. Y entonces Hadassah supo exactamente qué hacer.
Hadassah llamó a la mujer con las siete maletas y le preguntó si podía hablar con su joven cliente. Ella respondió: “Absolutamente”.
Ellos hablaron. Ella le dijo: “Mira, sé cómo es. Conozco el dolor, la náusea y conozco la sensación de no querer continuar. Pero te lo estoy diciendo ahora mismo. No te rindas. La vida es tan hermosa, especialmente cuando puedes ayudar y dar a los demás. Créeme, vale la pena. No te rindas, y nunca pienses en no continuar. Los tratamientos funcionan. Y tendrás una vida hermosa. Sólo tienes que superar este obstáculo”.
Eran las palabras perfectas que ella sólo necesitaba escuchar. Hadassah ha visto claramente la mano de Di-s presente aquí. Y al juntar a estas dos personas, Hadassah misma había salvado una vida.
A veces, Hadassah conducirá un poquito más rápido de lo que debería, porque oye a algunos de sus clientes más jóvenes llorar durante los largos viajes.
Mientras estaban en la sala de espera de Sloan Kettering, dos voluntarios de Jai Lifeline se acercaron y ofrecieron comida. Ofrecieron atún, ensalada y una caja de bocadillos de fruta de mango. Ah, y, por cierto, siempre que pueden, Hadassah y su hija también reparten paquetes de comida allí.
Rav Jatzkel Levenstein zt”l, el Mashgiaj de la Yeshivá Ponevich en Bnei Brak, explica que la traducción estándar de “Mejalkel jaim b’jéssed” es que Hashem, en Su gran Jésed sostiene la vida. Rav Jatzkel explica que la palabra Jésed aquí es en realidad un sustantivo. Por lo tanto, ¿cómo Hashem sostiene la vida? No con pan, nos sostiene con el concepto de Jésed. En otras palabras, el alimento con el que nos sostiene es el propio Jésed. Jésed es nuestro pan. Es nuestra agua. Es el aire que respiramos.
Mi Ka’moja Israel. Quién como tú, Israel.