9 de marzo de 2020
La Guemará nos dice: “Esther b’ruach hakodesh nemra“, que el Libro de Esther fue divinamente inspirado. Por lo tanto, sus lecciones son eternas.
Achashveirosh organizó un banquete real de 180 días “b’haroso es osher kavod malchuso – para mostrar la riqueza de su glorioso reino”. Llamó a Vashti a su fiesta por una razón similar: “l’haros ha’amim v’hasorim es yafyah , para mostrarle a la gente y a los funcionarios su belleza”. A Achashveirosh le encantaba presumir, y este hábito contribuyó a su caída.
¿Cómo es eso?
Debido a que una persona que hace alarde de los extras que Di-s le dio, se hace vulnerable al ayin hara (el mal de ojo) y corre el riesgo de perderlos. En el caso de Achashveirosh, perdió a su novia real y fabulosamente hermosa, Vashti.
La Gemara ( Berachos 31b) nos dice que Chanah le rezó a Hashem: “V’nasata l’amosecha zera anoshim – Concédele a tu criada la semilla de los hombres”, que la Guemará explica homiléticamente que significa: “Dame un niño que se mezcle con otras personas”, es decir, un niño que no es ni demasiado tonto ni demasiado sabio.
Esta solicitud suena extraña. ¿Qué tiene de malo tener un hijo brillante? Rashi explica que Chanah no quería que su hijo se destacara y fuera la causa de la maravilla de la gente, porque entonces, dice Rashi, sería atacado por el mal de ojo.
Hasta el final de Shas, en el dafim final de Masechtas Niddah, la Guemará relata un caso interesante que se presentó ante el gran sabio talmúdico Rebbi Yochanan. Una mujer estaba teniendo un problema angustiante. Después de ir a la mikva, quedaría descalificada ante su esposo incluso antes de llegar a casa.
El Rebe Yochanan le dijo que, tal vez, estaba mostrando demasiado afecto público a su esposo, causando así que otros sintieran envidia y activaran el mal de ojo. El Rebe Yochanan le aconsejó que publicitara su difícil situación, lo que transformaría los celos de los demás en lástima, eliminando así cualquier ayin hará.
Todas estas fuentes nos enseñan que debemos adoptar una postura de modestia. Tengamos cuidado de no mostrar nuestro auto nuevo a un vecino que no tiene trabajo. Vamos a cansarnos de pasar las boletas de calificaciones de nuestros hijos a amigos que no pueden llevar a sus hijos a la yeshivá. Seamos cautelosos al hablar sobre la amabilidad de nuestro compañero frente a una persona que tiene problemas matrimoniales.
Vivimos en una sociedad donde la gente mide el éxito por la cantidad de posesiones, pero debemos darnos cuenta de que alardear de nuestros éxitos nos pone en grave peligro.
Una lección relacionada puede derivarse de la composición del piso del palacio de Achashveirosh. La Meguilá nos dice: “ritzpas bahat v’sheish v’dar v’sochores” – era un piso de gemas preciosas y mármol, filas y filas de joyas dando vueltas. ¿Quién ha oído hablar de un piso lleno de gemas? ¿Qué estaba pensando el arquitecto del palacio?
Pero tal vez Achashveirosh sólo quería presumir. Solo puedo escuchar a Achashveirosh diciéndoles a los planificadores del palacio: “Quiero que el palacio sea diferente. Debería ser único”. En respuesta, el arquitecto, captando la deriva de este ególatra, sugirió: “¿Por qué no poner diamantes en el piso? ¡Nadie ha hecho eso antes!
Si bien esta actitud puede sonar infantil, piense en cuántos de nosotros la compartimos. ¿Cuántas personas le dicen a la impresora cuando piden invitaciones simjá que quieren algo muy diferente (tal vez con un espejo o que brilla en la oscuridad)? ¿Cuántas mujeres acuden a una modista e insisten en una tela que nadie haya usado antes? ¿Cuántas personas van al servicio de catering y quieren un menú único?
Esta actitud de necesitar ser diferente era característica de Achashveirosh, y la Meguilá nos está enseñando que es antitética a los caminos de la Torá.
En el mérito de estudiar la Meguilá, que seamos bendecidos con una larga vida, buena salud y todo maravilloso.
(Jewish Press)