Sivan Rahav Meir (Desde Israel)
Las palabras que decimos no dejan huella física, pero tampoco desaparecen. Al momento que las pronunciamos creamos una nueva realidad en el mundo.
Este es el tema que abre la porción de esta semana: Moshé reúne a los jefes de las tribus y les pide que una persona que prometa algo, que jura por algo, no profane su promesa: “No debe profanar su palabra, sino debe cumplir todo lo que haya dicho”.
Rashi explica: ‘Él no debe violar su palabra, sus palabras no deberán ser triviales.’ O sea, las palabras que salen de nuestra boca deben ser sagradas y nos está prohibido profanarlas.
La palabra es una expresión del alma y a cada año, en esta época de “Bein Hameitzarim” (entre los estrechos), al acercarnos al 9 de Av, leemos esta parashá, que nos recuerda producir una mejor cultura en la expresión del habla.
La vida y la muerte están en el poder de la boca, la palabra puede destruir el mundo y/o construirlo. Este es un recordatorio que el arma más poderosa se encuentra en nuestras manos, sin necesitar tener permiso alguno para portarla: la capacidad de palabra.
Es muy fácil criticar a otros sobre este tema, en especial las personalidades públicas, pero éste es un llamado que debe ser escuchado igualmente por nosotros.
En el libro “Sfat Emet” inclusive está escrito que ésta es la misión de nuestras vidas: “Resguardar nuestras palabras, este es el propósito del Hombre, el de reparar el poder de la boca”.
Que tengas éxito.