Sivan Rahav Meir
Una joven de un hogar religioso cierta vez me comentó lo difícil que era para ella separar los problemas que tiene con la comunidad religiosa que la rodea y la Torá en sí. Mucha gente tiene una percepción negativa de su propia comunidad. Sea con la sociedad en la cual crecieron, con los maestros, los vecinos, los padres. A veces realmente pasaron por momentos difíciles. Y a veces la conclusión a la cual llegan es el tirar todo por la borda, alejarse de todo. Todo el paquete, incluyendo a D-s.
Yosef realmente tenía todas las razones para abandonar todo. Sus hermanos lo odiaban, lo arrojaron al pozo, lo vendieron. Se encontró en Egipto, completamente solo. Fácilmente hubiera podido decidir el abandonar todo, escribir mensajes llenos de enojo, y con razón, por todo lo que le hicieron.
Pero Yosef eligió lo contrario. A pesar del dolor, no renunció a lo esencial: a la identidad, a la fe, al judaísmo, a D-s. Él no se olvidó de su padre y su madre -quienes eran modelos a seguir- y de la gran historia de la cual era parte y necesitaba continuar. Aunque le hayan hecho daño, el sigue siendo el hijo de Yaacov, nieto de Itzjak, bisnieto de Abraham, y el futuro de las generaciones que vendrán depende de él.
A medida que su situación en Egipto se fue deteriorando, más se elevó y su conexión directa con D-s sólo se intensificó. En lugar de enojarse y vengarse vivió en Egipto como un judío creyente, conectado, y todo aquel con el cual se encontró supo inmediatamente cuál era su identidad y cuáles eran sus valores.
La sociología, el grupo social, las personas, estas cosas no lo son todo. Más allá de las personas, las cuales pueden realmente equivocarse hay también la verdad, a la cual Yosef no renunció.