Sivan Rahav Meir (Desde Israel)

A menudo tomamos buenas decisiones, pero no las implementamos. Lamentamos cierto comportamiento, pero no logramos detenerlo. Noten el concepto profundo sobre el cual escribe el rabino Avigdor Nevenzal: “En la Parashá, sucede una y otra vez que el malvado Faraón pide detener las diez plagas, promete comportarse de manera diferente y liberar al pueblo de Israel, pero un instante después ignora su decisión y continúa como de costumbre. Resulta que este tipo de situación es un aspecto fundamental en nuestras vidas. 

La diferencia entre el justo y el malvado no es que uno se arrepienta y el otro no. Ambos se arrepienten. El Faraón también tenía intenciones de mejorar, como sucede con todos nosotros. La diferencia principal está en el aplicar esos buenos pensamientos y transformarlos en acción. Cuando se nos viene a la mente un pensamiento bueno hay que preparase de inmediato para el trabajo principal que comenzará mañana por la mañana, antes de que el efecto de lo que hayamos pensado empiece a desvanecerse. Pensar en cómo transformar las intenciones del corazón en decisiones eternas. Lo importante no es tomar buenas decisiones, sino que es la aplicación diaria, práctica y consistente de las buenas decisiones. 

La diferencia entre los justos y los malvados se encuentra en la duración de un pensamiento positivo. Con los malvados la duración de estos pensamientos es muy corta. Cada pensamiento de Teshuvá desaparece rápidamente y hasta que aparezca otro pensamiento el malvado vive de acuerdo con los mandatos de su corazón, vive de manera que le plazca.  

En cuanto que el justo, el tzadik, desea crear constancia, permanencia en relación con cada pensamiento positivo. El extiende la influencia de cada uno de estos pensamientos y los lleva a su corazón para preservar estos instantes de verdad. 

Que no seamos como el Faraón, sino que seamos exitosos en tomar decisiones positivas e implementarlas inmediatamente. 

Shavua Tov.