Sivan Rahav Meir (Desde Israel)
Hoy es el Día Internacional de Recuerdo del Holocausto. Recientemente se le pidió a Yonatan Stawisky, estudiante de tercer grado de la escuela “Habe’er” en Jerusalemén, que escribiera sobre la porción de la Torá de esta semana. Me parece que, en un día como éste, no sólo alumnos de tercer grado deberían escuchar esta historia:
“Las ultimas parashiot describen el Éxodo de Egipto y el mandamiento de comer Matzá. Todos los años, alrededor de la mesa del Séder, nuestra familia cuenta también nuestra historia personal del Éxodo: la historia de mi bisabuelo, Yosef Zalman Kleinman Z”L, sobreviviente del Holocausto que estuvo en Auschwitz. Así escribió él en su libro ‘Rescatando mi alma de la muerte’:
“El viernes, 18 de mayo de 1944, al anochecer, anunciaron en el gueto que a la mañana siguiente todos los moradores de nuestra calle debían desalojar el lugar. Podíamos llevar lo que cabía en la mochila y las maletas de mano. Mamá recolectó harina y todas las familias comenzaron a hornear pan que les alcanzaría para el largo viaje que emprenderían. Durante toda la noche el horno estaba en uso y recién por la mañana llegaría nuestro turno de poner nuestra masa en el horno.
Al amanecer, unos diez minutos después de que pusimos la masa en el horno, llegó la orden de que todos salieran de la casa inmediatamente y caminaran hacia el patio de la sinagoga, que estaba fuera del gueto. Nuestro pan aún no se había horneado. Atrasamos nuestra partida por unos minutos y esperando que se cociera, pero los gritos desde afuera se intensificaron. Sacamos del horno las hogazas de pan a medio cocer, estaban calientes y literalmente nos quemaban las manos. Mamá metió una hogaza de pan caliente en cada una de las mochilas. A través de la mochila el pan nos quemaba la espalda y a medio del camino no pudimos soportar más. Nos detuvimos, sacamos el pan de la mochila de la cual salía el vapor de calor y lo transferimos a la maleta de mano. Fue un evento inolvidable.
Cada vez que estudiamos en la Torá sobre la primera noche del Séder y sobre la masa de los hijos de Israel que ni siquiera tuvo tiempo de crecer, les cuento a mis hijos y nietos mis experiencias…”.
Esta no es sólo la historia de Jonathan y su abuelo, sino la gran historia de todos nosotros. Ante el antisemitismo y la negación del Holocausto, uno simplemente debería contarla: miles de años después de que nuestros antepasados prepararan Matzá en Egipto, y unos ochenta años después de que Joseph Kleiman horneara su pan apresuradamente en el Holocausto, Jonathan contó la historia esta semana a sus compañeros de tercer grado en Jerusalem.