Sivan Rahav Meir
Ha pasado más de una semana desde la noche del Séder, ¿recuerdan? La mayoría compramos panecillos, desempacamos maletas, lavamos la ropa y volvemos a la rutina, a la escuela y al trabajo, porque, de hecho, la fiesta terminó. La misma ha pasado.
Ayer alguien me contó que el Rav Yitzchak Hutner les decía a sus alumnos lo siguiente:
“No digas que la fiesta ‘pasó’, di que la fiesta ‘ha añadido’. Cada fiesta nos agrega algo, construye en nosotros un nivel más, nos deja una bendición, nos trae un cambio. No hay que borrar y dejar pasar las fiestas, sino sacar de ellas experiencias. Prestar atención a un momento -un momento de emoción, de oración, de canto, de familia- y no permitir que desaparezca en la rutina diaria, sino llevarlo con nosotros.
“Necesitamos poder mirar hacia atrás, en unos pocos meses o incluso años, y decirnos a nosotros mismos: obtuve tal cosa de la noche de Séder, es algo que empecé a hacer entonces, es un cambio que comenzó en mí en aquel día de fiesta”.
Entonces, ¿qué tomamos de Pésaj 5782?