Rabino Joseph B. Soloveitchik (1903-1993)
La gente se equivoca al pensar que sólo hay una tradición y una comunidad de Masora; la comunidad de los padres. No es cierto. Tenemos dos tradiciones, dos comunidades, dos shalshalot ha-kabbalah, la tradición de los padres y la de las madres. “Así dirás a la casa de Jacob (las mujeres) y a los hijos de Israel (los hombres)” (Éxodo 19:3); “Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre (Mussar Abija) y no abandones la enseñanza de tu madre (Torat Imeja)” (Proverbios 1:8), aconsejó el anciano rey. ¿Cuál es la diferencia entre esas dos Masorot, tradiciones? ¿Cuál es la distinción entre Mussar Avija y torat imeJa? Exploremos lo que uno aprende del padre y lo que uno aprende de la madre.
Uno aprende mucho del padre: cómo leer un texto -la Torá o el Talmud-, cómo comprender, cómo analizar, cómo conceptualizar, cómo clasificar, cómo inferir, cómo aplicar, etc… Uno también aprende del padre qué hacer y qué no hacer, qué es moralmente correcto y qué es moralmente incorrecto. El padre enseña al hijo la disciplina del pensamiento tanto como la disciplina de la acción. La tradición del Padre es intelectual-moral. Por eso se identifica con Mussar, que es el término bíblico para disciplina.
¿Qué es Torat Imeja? ¿Qué tipo de Torá transmite la madre? Admito que no soy capaz de definir con precisión el papel masorético de la madre judía. Sólo por circunscripción espero poder explicarlo. Permítanme basarme en mis propias experiencias. Solía tener largas conversaciones con mi madre. De hecho, fue más un monólogo que un diálogo. Ella habló y yo “pasé” a escuchar. ¿De qué habló? Debo usar un término halájico para responder a esta pregunta: Ella me habló -inyana de yoma- (asuntos del día). Solía verla arreglar la casa en honor a un día festivo. Solía verla recitar oraciones; Solía verla recitar la Sidrá todos los viernes por la noche y todavía recuerdo la melodía nostálgica. Aprendí mucho de ella.
Sobre todo, aprendí que el judaísmo se expresa no sólo en el cumplimiento formal de la ley sino también en una experiencia de vida. Ella me enseñó que las Mitzvot tienen un sabor, un aroma y una calidez. Aprendí de ella lo más importante de la vida: Sentir la presencia del Todopoderoso y la suave presión de Su mano sobre mis frágiles hombros. Sin sus enseñanzas, que muchas veces me fueron transmitidas en silencio, hubiera crecido como un ser sin alma, seco e insensible.
Las leyes de Shabat, por ejemplo, me las transmitió mi padre; son una parte de Mussar Avija. El Shabat como entidad viviente, como reina, me fue revelado por mi madre; es una parte de Torat Imeja. Los padres sabían mucho sobre el Shabat; las madres vivieron el Shabat, experimentaron su presencia y percibieron su belleza y esplendor.
Los padres enseñaron a generaciones cómo observar el Shabat; las madres enseñaron a generaciones cómo saludar el Shabat y cómo disfrutar de su presencia las veinticuatro horas.