Sivan Rahav Meir
Conocen la pregunta filosófica “¿Si un árbol cae en el bosque y nadie lo escucha, realmente al caer emitió algún sonido?”. Hoy debemos preguntar: “Si dos amigos fueron juntos al centro comercial y no subieron una foto de allí a las redes sociales ¿será que ellos realmente fueron al centro comercial?”. Es decir, ¿sucedió realmente algo que no se publicó, que no se subió a las redes sociales, que no se etiquetó?
Vivimos en una realidad documentada, carente de privacidad, y exactamente este punto aparece en la Parashá de esta semana:
En la Parashá, Bilaam mira las carpas de los israelitas, y no puede evitar maravillarse, bendecir y decir: “Qué buenas son tus carpas, Jacob, tus moradas, Israel”. Rashi explica por qué Bilaam estaba tan impresionado: “Bilaam vio que las entradas de las carpas no estaban una frente a la otra”. Es decir, cada carpa se abría en una dirección diferente, por lo que nadie podía mirar dentro de la carpa de su amigo.
Bilaam provenía de una cultura sin límites, y de repente vio privacidad, intimidad, un espacio personal sagrado dado a cada persona y cada familia. Esta es una bendición que ha acompañado al Pueblo de Israel durante miles de años, y es un gran desafío aún hoy. En la semana en que somos bendecidos con la bendición de la privacidad, se nos invita a pensar: Hay muchos botones de “publicar” y “compartir”, pero ¿dónde podemos hacer clic en el botón “no compartir” y guardarnos las cosas para nosotros? ¿Qué contenidos, sentimientos y experiencias no pertenecen a todos, sino que son sólo nuestros?