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Atribuimos características físicas positivas a los extraños cuando anticipamos un encuentro social

Atribuimos características físicas positivas a los extraños cuando anticipamos un encuentro social

Un nuevo estudio de la Universidad de Tel Aviv revela un fenómeno intrigante por primera vez: la anticipación de las interacciones sociales y el deseo de cultivar fuertes amistades con las personas en nuestro medio a veces pueden llevarnos inconscientemente a atribuir rasgos físicos positivos, incluso a completos extraños que nunca hemos conocido antes. En el estudio, el equipo de investigación presentó a los participantes fotografías de extraños y les pidió que las calificaran según varios parámetros. Las revelaciones inesperadas mostraron claramente que cuando se les dijo a los sujetos sobre su interacción inminente y conexión potencial con estos extraños, la mayoría tendió a atribuir apariencias más atractivas, olores y voces agradables a estos individuos.

La investigación fue dirigida por la estudiante de doctorado Natalia Kononov y el profesor Danit Ein-Gar de la Escuela de Administración Coller de la Universidad de Tel Aviv. El estudio fue publicado en la revista Personality and Social Psychology Bulletin ( Hermosos extraños: la evaluación física de los extraños está influenciada por la expectativa de amistad ).

El Prof. Ein-Gar explica que, como muchos estudios han demostrado en el pasado, los humanos tienen una aspiración inherente de estar en un entorno social y físicamente gratificante. Por lo tanto, a veces tendemos a interpretar subjetivamente la realidad para alinearnos con nuestro deseo de una experiencia sensorial placentera. En el presente estudio, los investigadores buscaron examinar cómo nuestra preferencia por pasar tiempo en un entorno agradable también puede afectar nuestra percepción del “otro”, aunque nunca lo hayamos conocido.

“Los hallazgos mostraron que, en muchos casos, nuestro deseo innato de sumergirnos en un entorno físicamente agradable nos lleva a sobrestimar incluso a las personas desconocidas con las que anticipamos interactuar en el futuro”, señala el profesor Ein-Gar. “Tendemos a etiquetar previamente a esos extraños como más guapos y atractivos en la forma en que suenan y huelen, aunque nunca los hayamos conocido. Nuestros juicios se forman únicamente en base a una fotografía, que no contiene información sobre el olor de la persona o el sonido de su voz”.

El estudio incluyó una serie de cuestionarios en línea, con la participación de aproximadamente 5,000 encuestados de los Estados Unidos. Los investigadores dividieron a los participantes en dos grupos y les presentaron fotos de personas que nunca habían visto. Se le pidió al primer grupo que primero imaginara que habían tenido un encuentro inicial muy exitoso con el extraño en la imagen y que les gustaría cultivar una relación amistosa con ellos. Solo entonces se les pidió que calificaran las características del individuo que se mostraba en la foto. Por el contrario, el grupo de control calificó a la persona fotografiada basándose únicamente en sus impresiones de la foto, sin suposiciones sobre una reunión inicial positiva o la intención de establecer una relación.

En otro caso, todos los participantes del estudio fueron informados de su deseo de establecer una amistad con un extraño que acababan de conocer en el trabajo. Sin embargo, a un grupo se le informó que este individuo había sido asignado a su sucursal local, lo que implicaba encuentros frecuentes en el trabajo, mientras que al grupo de control se le informó que el extraño había sido asignado a una sucursal distante, por lo que no tendrían la oportunidad de pasar tiempo juntos.

En ambos casos, los hallazgos mostraron que los sujetos tendían a sobrestimar y atribuir mejores atributos físicos a estos extraños con los que iban a pasar una parte importante de su tiempo. Para neutralizar otros sesgos, los investigadores experimentaron con imágenes de hombres y mujeres de diversos orígenes étnicos. Esta medida comprobó que el efecto no estaba influenciado por el género, la atracción sexual o rasgos específicos de apariencia, sino por nuestro deseo de una experiencia sensorial positiva.

Prof. Ein-Gar: “Cuando pasamos mucho tiempo en presencia de otra persona, naturalmente hay un efecto de habituación; por ejemplo, “no vemos” la entrada del cabello o las espinillas, o nos acostumbramos a una voz chillona. En este estudio, revelamos algo diferente. Demostramos que incluso en ausencia de interacción cara a cara y sin encuentros físicos previos, tendemos a proyectar una evaluación más positiva sobre una persona con la que esperamos pasar tiempo: anticipamos que se verá, sonará y incluso huele bien. Cuando esperamos tener experiencias compartidas con alguien, nos inclinamos a asegurar un encuentro sensorial placentero. Por eso atribuimos preventivamente atributos físicos positivos a la persona”.

Natalia Kononov, cuya tesis doctoral abarcó este estudio, enfatiza que este fenómeno no proviene de percibir a alguien positivamente simplemente porque nos gusta. En cambio, surge de una motivación subyacente, que no es necesariamente consciente, para crear una realidad agradable para nosotros. Después de todo, es posible amar a una persona y aun así ver todos sus defectos. “Cuando anticipamos pasar tiempo con alguien, existe un incentivo subconsciente para que esa persona sea físicamente agradable. Por lo tanto, tendemos a evaluarlos de forma coherente con nuestros deseos. Esto se puede comparar con la anticipación de hacer un viaje de larga distancia. Si realmente quiero visitar Hawái, me convenceré de que es fácil para mí llegar allí, a diferencia de una situación en la que realmente no quiero ir a Hawái.

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