Existe una diferencia entre animales kosher y no kosher. Un estudio realizado en 1961 demostró que los caballos, los perros y otros animales se resisten a ser llevados a los mataderos porque sienten que se acerca su muerte. Se agitan e incluso pueden patear y pelear hasta que los matan. En los mataderos kosher, este fenómeno es casi inexistente. Por ejemplo, los corderos presentes en el sacrificio de otros corderos no muestran signos de miedo. Un ternero al que se le permitía vagar libremente durante un período de Shejitá no intentó escapar, aunque la puerta del matadero permaneciera abierta de par en par. Además, los animales rumiantes dejarán de rumiar cuando estén bajo estrés. Sin embargo, las vacas en un matadero judío pueden incluso sentarse y reflexionar mientras miembros de su propia especie son sacrificados a su alrededor.
Los detalles de ese estudio se pueden encontrar en el libro Shechita and Animal Suffering. Allí también se explica que, si bien un cuchillo de matadero puede generar miedo en un ser humano, que comprende su uso y función, los animales no comprenden el significado de un cuchillo y, por lo tanto, no le temen antes del sacrificio. Esta conclusión lógica se verificó cuando se mostró al ganado un cuchillo mojado en sangre. No solo no reaccionaron, sino que uno incluso lamió la sangre de la espada.
Esto indica que los animales kosher no sólo no sufren durante el sacrificio ritual, sino que ni siquiera experimentan malestar emocional antes del acto y no tienen absolutamente ninguna sensación de su muerte inminente.
Aun así, dado que siempre existe la posibilidad de que uno de esos animales sea más sensible que los demás, la ley judía prohíbe matar un animal en presencia de otro, para evitar incluso la más mínima posibilidad de sufrimiento para el que queda con vida.
Cabe destacar también la opinión médica del Dr. Temple Grandin, experto a nivel mundial en el manejo adecuado del ganado, quien ha desarrollado diversas técnicas para disminuir el sufrimiento animal tanto en los ranchos como en el matadero. El Dr. Grandin afirma que el mayor sufrimiento que sufren los animales en el matadero no es el momento de su muerte, sino su inadecuado manejo desde que llegan hasta su muerte. Según sus conclusiones, si el ganado se maneja adecuadamente, llega al punto de sacrificio relajado y con buen comportamiento. Dado que, en el caso de Shejitá, la matanza real es indolora, está claro que un manejo adecuado borra la única otra posibilidad de que se produzca sufrimiento animal.
Todavía hay más.
La carne sacrificada para el consumo debe mantenerse higiénica y segura durante todo su almacenamiento, tanto por razones sanitarias (para evitar intoxicaciones alimentarias) como económicas (para no desperdiciar innecesariamente alimentos). En general, cuanto mayor sea la calidad de la carne y cuanto más fresca pueda conservarse, menos será necesario desechar y menos animales habrá que sacrificar. Según algunos investigadores, la Shejitá garantiza una carne de mayor calidad que otras formas de sacrificio. Los disparos, por ejemplo, dejan un exceso de sangre en el cadáver, debido al desfase entre la muerte y el sangrado del cadáver. Esto hace que la carne se eche a perder más rápido. En otros métodos de sacrificio no halájicos la situación es aún peor. (Con respecto a este tema, debemos tener en cuenta el requisito halájico de salar la carne después del sacrificio para extraer la sangre restante. Este acto se deriva de la prohibición de consumir sangre, principalmente un mandamiento espiritual, que también tiene beneficios obvios para la salud).