Rab Itzjak Zweig
Toldot (Génesis 25-28)
¡Buenos días! A menudo, cuando las personas hacen un cambio importante en sus vidas se convierten en apasionados detractores de su estilo de vida anterior. Por ejemplo, quienes superan un vicio personal como el tabaco suelen convertirse en activistas antitabaco. Una investigación publicada en The Journal of Social Psychology descubrió que las personas que dejan el alcohol o las drogas tienen muchas más probabilidades de participar en campañas de concienciación pública que quienes nunca han tenido problemas con la adicción.
Por supuesto, hay muchas razones para ello. Según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA), el 75 % de las personas que se recuperan de trastornos por consumo de sustancias citan su proceso de recuperación personal como una razón por la que se sienten obligadas a ayudar a otras personas que están en el mismo camino. Esta experiencia compartida les brinda una verdadera empatía y una conexión genuina con quienes están luchando en ese momento.
Además, convertirse en cruzado refuerza la nueva identidad del ex adicto, al tiempo que fortalece su compromiso con su nuevo estilo de vida. Este es uno de los muchos pasos afirmativos que da para demostrarse a sí mismo que está totalmente desconectado de su vida anterior.
Este fenómeno se conoce como “el celo del converso”. Por ejemplo, en el Reino Unido, menos del 4% de los musulmanes son conversos, pero, sorprendentemente, el 12% de los yihadistas locales son conversos. En otras palabras, un converso al islam tiene tres veces más probabilidades de convertirse en yihadista que una persona criada como musulmana.
Naturalmente, esto me recuerda un chiste: un sacerdote, un rabino y un imán están discutiendo qué religión atrae más fácilmente a nuevos conversos. Después de una prolongada discusión, deciden que ganará quien sea el primero en convertir a un oso a su fe. Cada líder tendría 24 horas y luego presentarían un informe.
El sacerdote y el imán son los primeros en regresar. El sacerdote afirma haber tenido una conversación con un oso, que asistirá a su iglesia la semana que viene. El imán dice: “Yo lo hice aún mejor. Yo también tuve una conversación con un oso, pero mañana estará en la mezquita para comenzar a estudiar para su nueva fe”.
Al cabo de un rato, el rabino entra tambaleándose, con la ropa rota y sangrando profusamente. “¿Qué te pasó?”, preguntan alarmados tanto el sacerdote como el imán. El rabino sacude la cabeza y dice: “¡Quería ser el primero, pero probablemente no debería haber empezado con la circuncisión!”.
La parashá de esta semana subraya la importancia de aprender de nuestro pasado y, lo más importante, cómo esas experiencias deben influir en el comportamiento futuro.
“Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mis preceptos, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Bereshit 26:5).
En la lectura de la Torá de esta semana, el Todopoderoso se le aparece a Isaac y reafirma las promesas que le hizo a su padre Abraham, asegurándole que se cumplirán. Di’s también le dice a Isaac la razón de este compromiso con Abraham: “Porque Abraham escuchó mi voz y observó mis preceptos, mis mandamientos, mis estatutos y mi Torá”.
El Talmud (Nedarim 32a) utiliza este versículo para enseñarnos un dato notable sobre la vida de nuestro antepasado Abraham: “Dijo R’ Ami hijo de Abba: ‘Abraham tenía tres años cuando reconoció a su Creador, como dice el versículo: ‘Porque (en hebreo “eikev”) Abraham obedeció Mi voz […]’. El valor numérico de la palabra “eikev” es 172.
“’Abraham vivió hasta los 175 años; si se le resta el valor numérico de eikev –que es 172– al tiempo que vivió Abraham –que fue 175–, se obtiene tres. Por lo tanto, el versículo alude al hecho de que a los 3 años Abraham reconoció por primera vez a su Creador’”.
Uno de los grandes sabios del siglo XII, el rabino Abraham Ben David (también conocido como Ra’avad) fue un prolífico autor y místico, pero quizás sea más famoso por su comentario sobre la obra magna de Maimónides: Mishné Torá. En su comentario sobre el texto, generalmente señala los pasajes en los que discrepa con algunas de las conclusiones de Maimónides.
Ra’avad usa el pasaje anterior del Talmud para hacerle una pregunta absolutamente devastadora a Maimónides.
Maimónides abre la sección de las leyes de la adoración a los ídolos con una larga introducción sobre la historia de la adoración a los ídolos (Avodah Zara 1:1). Explica cómo surgió la adoración a los ídolos y cómo las generaciones anteriores se equivocaron y comenzaron a adorar a las estrellas y las constelaciones, aunque hubo algunas excepciones notables, como Metushelah, Noé y el hijo de Noé, Sem, y su nieto Ever. Esto continuó hasta el nacimiento del “pilar del mundo”: nuestro antepasado Abraham.
Maimónides continúa explicando que en su juventud Abraham, que había nacido en una familia de idólatras (el negocio familiar consistía en vender ídolos), también adoraba ídolos con su familia. Aun así, Abraham siempre se preguntaba quién era realmente el que hacía girar la tierra, y su corazón buscaba continuamente obtener entendimiento.
Finalmente, dice Maimónides, Abraham se dio cuenta de que sólo había un Di’s verdadero y que sólo Él era el creador de todo. Esto también significaba que no podía haber otros dioses. Así llegó a comprender que todo el mundo idólatra estaba cometiendo un error: “Abraham tenía cuarenta años cuando tomó conciencia de su Creador. Cuando lo reconoció y lo conoció, comenzó a debatir con los demás, diciéndoles que no estaban siguiendo un camino recto […]” (Hiljot Avodá Zará 1:3).
Maimónides afirma abiertamente que Abraham tenía cuarenta años cuando se percató de su Creador. Por lo tanto, pregunta Ra’avad (ad loc), ¿cómo puede Maimónides escribir que Abraham tenía cuarenta años cuando el Talmud afirma tan claramente que Abraham tenía tres?
La respuesta es que a los tres años Abraham comenzó su búsqueda de la verdad. En realidad, le llevó muchos años y muchos pasos en falso llegar a la verdad. No fue hasta los cuarenta que finalmente cristalizó la teología filosófica adecuada del monoteísmo y comenzó a predicarla al mundo. Por supuesto, Maimónides está completamente de acuerdo con el pasaje del Talmud que dice que este proceso comenzó cuando Abraham tenía tres años.
Pero según Maimónides, el Talmud hace una afirmación notable: aunque en su juventud Abraham haya adorado ídolos y cometido otros errores, todo esto formaba parte del honesto proceso para llegar a la verdad. Por lo tanto, se considera que comenzó a seguir al único Di’s verdadero al comienzo de su viaje, a los tres años.
En otras palabras, cuando a los cuarenta años comenzó su misión de traer a Di’s a este mundo, estaba trayendo a colación todas sus experiencias y todo lo que había aprendido en su juventud. Puesto que él mismo había experimentado el proceso de iluminación, ahora podía mostrar a los demás el camino verdadero y adecuado. El proceso de su evolución personal era comprensible y se convirtió en un modelo para aquellos que antes eran adoradores de ídolos, que veían un camino completamente nuevo que conducía al concepto del monoteísmo.
Abraham también mostró “el celo del converso”: trabajó incansablemente para llevar esta verdad al mundo que lo rodeaba. Pero no fue porque necesitara lidiar con demonios internos o separarse de su vida anterior. Fue más bien un amor por el Todopoderoso y un deseo de llevar el conocimiento de Di’s al ámbito terrenal. Fue por ahí predicando que Di’s se preocupa por cada aspecto de nuestras vidas y que la inmanencia de Di’s está a nuestro alrededor. Fue este compromiso de llevar la presencia de Di’s a las vidas de los demás lo que definió quién era Abraham, y es por esta razón que se lo considera el primer judío.
A menudo vemos que quienes han dado un giro importante en su vida tratan de suprimir su vida y sus actos anteriores y pretenden que nunca ocurrieron. Vemos en Abraham que éste no es el enfoque correcto. Más bien, el Todopoderoso quiere que utilicemos esas experiencias para ayudar a los demás. Más importante aún, de esta manera elevamos todas las experiencias de nuestra vida anterior como una lección para los demás.
Debemos recordar que Di’s dio esto como la razón por la cual Él se comprometió a cumplir las promesas que le hizo a Abraham: este proceso de crecimiento hacia la iluminación y compartirlo con otros.
Porción semanal de la Torá
Toldot, Bereshit 25:19 – 28:9
Rebeca (Rivka) da a luz a Esaú (Esav) y a Jacob (Yaakov). Esaú vende la primogenitura a Jacob por un plato de sopa de lentejas. Isaac (Itzjak) se queda en Gerar con Abimelej, rey de los filisteos. Esaú se casa con dos mujeres hititas, lo que causa un gran dolor a sus padres (porque no eran del rebaño).
Jacob se hace pasar por Esaú por consejo de su madre para recibir la bendición de su hijo mayor de su padre ciego, Isaac. Esaú, enojado porque el engaño de su hermano le hizo perder la bendición de primogénito, planea matar a Jacob, por lo que Jacob huye a casa de su tío Labán en Padán Aram, por consejo de sus padres. También le aconsejan que se case con la hija de Labán.
Esaú entiende que sus esposas cananeas desagradan a sus padres, por lo que se casa con una tercera esposa, Majlat, la hija de Ismael.
Encendido de las velas de Shabat
(o vaya ahttps://go.talmudicu.edu/e/983191/sh-c-/kn9jj/813311631/h/trPEQ-y1iYjVxPExuyglUDjidHQgwdkLbgzjtYsb6m8)
Jerusalem 3:59
Miami 5:11 – Ciudad del Cabo 7:23 – Guatemala 5:12
Hong Kong 5:21 – Honolulu 5:30 – Johannesburgo 6:27
Los Ángeles 4:25 – Londres 3:40 – Melbourne 8:06
México 5:38 – Moscú 3:45 – Nueva York 4:11
Singapur 6:36 – Toronto 4:24
Cita de la semana
El secreto del cambio es concentrar toda tu energía no en luchar contra el pasado, sino en construir el futuro.
– Sócrates