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Hamás: la esencia de la oscuridad en el mundo

Hamás: la esencia de la oscuridad en el mundo

Rabino Mordejai Weiss

Mientras observo la liberación de tres jóvenes de las garras de Hamás, me invade una profunda reflexión. Estas mujeres, que estuvieron secuestradas durante más de 400 días, simbolizan algo mucho mayor que su sufrimiento individual: representan la lucha más amplia entre dos ideologías y sociedades opuestas. Su liberación señala un momento crucial en un conflicto doloroso, pero también me obliga a enfrentar una verdad incómoda sobre la naturaleza de este conflicto y el entorno político más amplio en Gaza. Me doy cuenta de que, en un sentido profundo, el pueblo de Gaza es, en gran parte, cómplice de las acciones de Hamás, una organización terrorista que glorifica la muerte, la tortura y la violencia. Existe una creencia generalizada en la ideología que defiende Hamás, que justifica sus acciones y perpetúa el sufrimiento que ha sumido a la región.

Los medios de comunicación suelen describir la situación en Gaza como una batalla entre dos bandos: el pueblo palestino oprimido y el Estado israelí agresivo. Sin embargo, si se observa más de cerca, no se puede ignorar la preocupante verdad de que Hamás, como fuerza gobernante en Gaza, ha fomentado una cultura que celebra no sólo el martirio sino también la degradación de la vida humana. Es fundamental reconocer que el pueblo de Gaza, bajo el gobierno de Hamás, no es un mero espectador de este conflicto. Si bien es indudable que hay civiles inocentes que sufren como resultado de la violencia, el panorama más amplio revela una sociedad que, durante muchos años, ha apoyado e incluso celebrado la agenda de muerte de Hamás. El pueblo de Gaza de muchas maneras abraza esta ideología, ya sea por la fuerza, el miedo o, en mi opinión, la lealtad.

Este marcado contraste se hace más evidente cuando se compara a Hamás con Israel. Hamás, una organización construida sobre la glorificación de la muerte, celebra e incluso fomenta un entorno en el que el sufrimiento y la tortura se consideran actos de resistencia. Sus métodos están impregnados de terror, ya que utiliza la violencia para lograr sus fines políticos, a menudo a expensas de vidas inocentes. El grupo propugna una ideología que enseña el odio, la división y la erradicación de sus enemigos. En cambio, Israel celebra y abraza la vida. El Estado israelí está impulsado por un deseo de paz, prosperidad y coexistencia, valores que se reflejan en su sociedad, cultura y gobierno. El contraste no podría ser más evidente: Hamás busca destruir la vida, mientras que Israel busca protegerla y abrazarla.

Al reflexionar sobre esta profunda división, recuerdo un concepto de la Torá que caracteriza las acciones y la ideología de Hamás. En el Libro de Bereshit , se describe a la humanidad como creada a imagen de Dios, una creación imbuida del potencial de bondad, creatividad y luz. Sin embargo, hay quienes, a través de sus acciones, adoptan un camino de oscuridad y muerte. La filosofía que sigue Hamás, arraigada en la violencia y el odio, es similar a la descripción del “ perah adam ” de Ismael: un pueblo cuya esencia misma es la oscuridad y la muerte. Se trata de un grupo que rechaza la santidad de la vida y, en cambio, elige un camino de terror y destrucción. La ideología que defienden no es la de la esperanza, sino la de la destrucción a cualquier costo, que busca borrar a todos los que se les oponen e imponer una visión oscura en el mundo.

Esto nos lleva a una triste conclusión: toda la población de Gaza, bajo el gobierno de Hamás, se ha convertido en parte de esta filosofía letal. No se puede ignorar la realidad de que Hamás, como órgano de gobierno, ha adoctrinado a su pueblo con una visión del mundo basada en la violencia. La base misma de esta ideología –que glorifica la muerte y el sufrimiento como medios para alcanzar objetivos políticos– es lo que perpetúa el ciclo interminable de violencia en la región. Mientras esta filosofía continúe, hay pocas esperanzas de paz.

En definitiva, el camino a seguir está claro. Para que haya una paz duradera en la región, hay que romper el yugo ideológico de Hamás. No se trata de una mera lucha militar, sino de una batalla por los corazones y las mentes de quienes viven bajo el régimen opresivo de Hamás. La sociedad que Hamás ha creado debe ser aniquilada, no mediante el genocidio, sino desmantelando las mismas ideas que impulsan esta cultura de muerte y sufrimiento. Sólo entonces podrán empezar a abrazar un futuro construido sobre los valores de la vida, la paz y la coexistencia, valores que el Estado israelí ha defendido durante mucho tiempo.

Al reflexionar sobre las imágenes de las tres jóvenes liberadas, me doy cuenta de que su liberación simboliza algo más que el fin de su cautiverio. Simboliza la posibilidad de un futuro en el que la oscuridad de la ideología de Hamás sea reemplazada por la luz de la esperanza y la vida. Hasta que llegue ese momento, el mundo debe reconocer hasta qué punto Gaza se ha convertido en una entidad que, en su totalidad, apoya la filosofía de la muerte y la destrucción. La erradicación de esa ideología es el único camino hacia un futuro pacífico tanto para los palestinos como para los israelíes.

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