Rabino Moshe Hauer
Queridas familias de rehenes:
Todo lo que nos han enseñado durante estos seis meses de tortura se resume en una frase bíblica: vayima’ein l’hitnajeim, “se negaron a ser consolados”. Dejaron sus vidas en suspenso y dedicaron cada momento a defender, viajar y hablar en nombre de sus seres queridos cautivos. Han demostrado lo que significa el verdadero compromiso con la familia. Es una lección que necesitábamos con urgencia, y esperamos haber empezado a aprenderla.
Su dedicación a sus seres queridos ha inspirado una extraordinaria ola de amor y dedicación dentro de la familia judía y más allá. En un mundo de crueldad indescriptible, ustedes son símbolos de compasión. En un momento en que nuestra nación estaba al borde de la autodestrucción por sus diferencias internas, nos recordaron el principio fundamental de la hermandad duradera. Estarán presentes en nuestras mentes y labios este Pésaj, mientras nos reunimos con nuestras diversas familias, los cuatro hijos, para recordarnos quiénes somos, nuestro pasado compartido y nuestro destino común.
Pensaremos en ti cuando realicemos el primer acto distintivo del séder: sumergir el vegetal karpas en agua salada. El rabino Eliezer Ashkenazy, en el siglo XVI sugirió que esta inmersión se realiza al comienzo del séder como recordatorio de que la causa inmediata de nuestro exilio en Egipto, el comienzo mismo de la historia de Pésaj, fue la venta de Yosef como esclavo por sus hermanos celosos. Si bien los hermanos no sentían ningún afecto por Yosef, tuvieron que abordar el apego de su padre hacia él, así que tomaron su manto multicolor, lo sumergieron en la sangre de una cabra y se lo presentaron a su padre como evidencia de la aparente muerte de Yosef. Pensaron que esto funcionaría, que Yaakov lo vería, lo entendería, lamentaría y seguiría adelante. Se equivocaron. Vayima’ein l’hitnajeim, “se negó a ser consolado”. Los días se convertirían en semanas, meses y años, y Yaakov continuó lamentando, porque la familia es para siempre.
Los hermanos, al traicionar a Yosef, intentaron alejarse sin mirar atrás, pero no pudieron. El dolor incesante de Yaakov les enseñó lo que significa una relación duradera y los impulsó a aprovechar la hambruna para buscar a Yosef en Egipto. Mucho antes de la aparición de Moshé y de las ranas saltando por todas partes, la decisión de Yosef de abrazar a sus hermanos y preferir una relación duradera al resentimiento y la venganza constituyó la primera etapa de nuestra redención en Egipto.
Esa redención culminaría cuando cada familia mojaría la sangre de la ofrenda pascual y la depositaría en la puerta de su hogar, permaneciendo a salvo dentro de él y participando del séder familiar original de Pésaj. Mientras los hogares egipcios a su alrededor veían su futuro desmoronarse con la plaga de sus primogénitos, el hogar judío se restablecía como la estructura más segura y duradera de nuestras vidas, un lugar donde la familia se reúne, comunica, comparte su historia y forja una lealtad duradera. Esto, según enseñó el rabino Ashkenazy, se simboliza con la segunda inmersión del séder, realizada tras la lectura de la Hagadá, enmarcando así la velada como el camino de la traición a la lealtad.
Cuando se escriba la Hagadá del 7 de octubre, el texto quizá comience con las violaciones de fronteras, Hamás y Nir Oz, pero tendrá su propia mención de karpas, aludiendo al aterrador odio interno y la distancia que crecía en la familia judía antes de esa fecha. Recordaremos con dolor cómo los judíos fuimos capaces de renunciar a la hermandad, de dejar de defendernos mutuamente, de seguir adelante y abordar nuestras propias necesidades y temores sin considerar las necesidades y temores de los demás. Observaremos con vergüenza lo poco que parecía importar el compromiso con la familia judía.
Pero entonces llegó el 7 de octubre y todos nos encontramos con ustedes, padres e hijos, esposos y esposas, hermanos y hermanas, tíos, tías y primos, shemi’anu lehitnajem, quienes se negaron a ser consolados. Nos enseñaron lo que significa la familia, lo que significa la lealtad. Nos mostraron que somos Klal Israel y que nunca podemos volver al odio interno y la distancia del 6 de octubre.
Este Pésaj, muchas mesas de Séder en todo el mundo tendrán sillas vacías que servirán como recordatorios de sus queridos familiares; otras exhibirán sus carteles y fotos. Pero todos nos inspiraremos en su ejemplo, en su negativa a ser consolados y en su firme compromiso con la familia. Y cada uno de nosotros deberá incorporar ese ejemplo en nuestra vida y en nuestra relación con nuestros hermanos y hermanas biológicos y con nuestros hermanos y hermanas de Klal Israel en general.
Hace mucho tiempo, vendimos a uno de nuestros hermanos como esclavo, buscando excluirlo de nuestras vidas y de nuestra historia. Hace no mucho, peleamos con algunos de nuestros hermanos y hermanas, buscando excluirlos de nuestras vidas y de nuestra historia. Con demasiada frecuencia ignoramos a algunos de nuestros hermanos y hermanas, desestimando su importancia en nuestras vidas y nuestra historia.
Nos has ayudado a comprender que ya no podemos ni debemos hacerlo. Sigues enseñándonoslo con tu negativa a ser consolado.
L’shana haba’ah b’Yerushalayim habnuyah, k’ir shejubra lo yachdav. El año que viene, en una Jerusalem reconstruida, una ciudad llena de hermanos y hermanas firmemente unidos, una nación unida, y tus seres queridos en casa.
*Vicepresidente Ejecutivo de Orthodox Union