Esta es una historia increíble y real que deseo compartir con los lectores.
Hace diecinueve años, mi yerno Eli sufrió un accidente extraño. Se fracturó el brazo y terminó en el hospital un fin de semana. Tardaron demasiado en atender la lesión; su brazo se gangrenó y consideraron amputarlo. Lo llevaron de urgencia a un especialista en Nueva York; le realizaron 22 cirugías.
Mi hija Julie, con valentía, cuidaba la herida abierta y el vendaje a diario. Su agradecido esposo quería comprarle un regalo. Sin embargo, Julie lo sorprendió: “Quiero otro hijo”, a pesar de que ya tenían cuatro hijos preciosos. Sin resultados, recurrieron a la FIV (fertilización in vitro).
Aun así, Julie sugirió que, antes de la FIV, viajaran a Israel. Visitaron el Kotel, Kever Rajel, y finalmente se reunieron con un rabino venerado y recibieron una bendición. Aun así, su chófer insistió en que visitaran a un prominente mekubal. En la reunión, el mekubal les dijo: “Di’s les dará banim” (hijos). De nuevo, repitió “hijos”. Julie y Eli estaban perplejos, pero agradecidos.
Dos semanas después, Julie quedó embarazada. Pensaron que la ecografía mostraría gemelos, pero no: nació un niño sano. Dos años después, Julie volvió a concebir; dio a luz a otro hijo. En el brit, un invitado sorpresa, el gabbai del mekubal, apareció, sin previo conocimiento de la fecha ni el lugar, para representar al mekubal. Y entonces pronunció estas palabras: “La bendición para los banim (hijos) ya está completa”. Y así se cumplió la profecía del hombre santo.