Eli Suli
29 de setiembre de 2019
En ocasión de la proximidad de Rosh Hashaná, esta vez vamos a hablar de una madre, pero una madre que no es judía, y así poder comprender, que es lo que significa la Tefilá (el rezo) de Rosh Hashaná, cómo debemos rezar, y cuál es la fuerza y el alcance que puede llegar a tener un rezo. Vamos a comenzar por lo que menciona el Séfer Shofetim, en el capítulo 5, en lo que se conoce como “Shirat Deborah”. Hubo una guerra muy grande, entre Guidón, y los soldados de Israel, contra un opresor muy terrible que tuvo el pueblo judío, de nombre “Sisera”, quien tenía un ejército de 1,000 carros de hierro, y que oprimió y sometió al pueblo judío, durante muchos años. Hasta que al final, guiados por DI-s, Gidon y sus hombres, lograron vencerlo. Sin embargo, el Séfer Shofetim, de repente abandona el relato de la batalla, deja de hablar de Sisera, de Guidón, y de Deborah, y empieza a hablarnos de un personaje desconocido, ¿de quién?, no sabemos su nombre, pero se refiere a la madre de ese tirano, de ese opresor, de ese enemigo del pueblo de Israel, que se llamaba Sisera. Y nos relata el versículo lo siguiente: “Por la ventana… se asoma y llora la madre de Sisera, observa su llegada, y se pregunta: ¿Por qué tarda tanto su carruaje en llegar? ¿Por qué se detienen y demoran las ruedas de su carruaje?” Es una madre que está esperando a su hijo, a un hijo perverso, cruel, pero al fin y al cabo, un hijo… El hijo, ya había fallecido, pero ella todavía no lo sabe. “Sus doncellas tratan de calmarla, y ella trata de auto convencerse, de que todo está bien, y de que no ha pasado nada”. Así como Sisera era un perverso, la madre también era perversa. Veamos que cuenta el Tanaj, sobre cómo ella se auto consolaba de su hijo: “Debe ser que lo están demorando, porque se estarán repartiendo el botín, repartiendo las diademas y las joyas del ejército de Israel vencido”, y seguramente que mi hijo Sisera, se va a llevar los vestidos de colores, los vestidos bordados, para regalármelos a mí. ¡Qué perversidad la de esta mujer!. Siendo una madre que se está consumiendo, porque su hijo no regresa, ¿y cómo se consuela? “Estarán repartiendo el botín, estarán repartiendo a los cautivos” ¿Acaso no pensó en otras madres, que sus hijos fueron llevados cautivos, y que también están esperando, así como ella creía que estaba esperando a su hijo? ¿Sólo pensaba en ella misma? Y termina relatando el Pasuk en Shirat Deborah: “Ken Yobedu Kol Oyebeja Hashem “que así desaparezcan todos tus enemigos, DI-s”. “Y aquellos que te aman, y que se compadecen del prójimo, y no piensan sólo en ellos mismos, serán como el sol, cuando irradia sus rayos con todas sus fuerzas”. Sobre esta mujer perversa, que ni siquiera sabemos su nombre, pero al fin y al cabo era una madre, se menciona una palabra: “Vateyabeb, y lloraba esperando con ansiedad, consumiéndose, y mirando hacia el horizonte, y la imagen de su hijo no llegaba”.
Aparentemente esta mujer, no podía tener ninguna fuerza en el cielo, pero sin embargo, los sabios nos dicen lo siguiente: Nosotros en Rosh Hashaná, hacemos sonar 101 veces el Shofar. ¿Y por qué 101 sonidos?, bastaría con tocarlo sólo nueve veces, que es la obligación de la Torá. Y aquí vemos nosotros la fuerza del llanto, la fuerza de la Tefila. Dicen nuestros Jajamim: la madre de Sisera, derramó ciento un lágrimas por su hijo que no llegaba, y a pesar de que Sisera era un malvado, esas lágrimas no fueron derramadas en vano, esas 101 lágrimas llegaron hasta el trono de Di-s. Y una vez que el llanto de esta esta mujer que esperaba a su hijo llegó al trono de Di-s, se preguntaron entonces en el cielo: ¿quién hace sufrir a esta mujer de esta manera? ¿Y cuál fue la respuesta? Israel, los Yehudim que lo habían matado. Y eso fue una acusación contra el pueblo de Israel. No interesa quien tenía razón. No interesa que lo mataron en defensa propia. ¡Una madre está sufriendo! Tampoco interesa que ella no se compadecía de las otras madres. Una madre está llorando y rezando por su hijo, para que regresara. Y es por eso, que nuestros sabios, para anular las fuerzas de esas lágrimas que se derramaron hace 3,000 años, fijaron que en todos los Rosh Hashaná, incluso este año, nosotros tenemos que tocar 101 sonidos del Shofar, para anular el eco de esos 101 llantos de la madre de Sisera, que aunque ella ya murió, así como su hijo, sin embargo, el eco de su llanto perdura en el tiempo. Y es una acusación contra nosotros, a lo largo de los años, de los siglos, y de los milenios. Ninguna lágrima se derrama en vano, y eso nos obliga a nosotros a tocar el Shofar 101 veces, porque también la voz del Shofar es el llanto de Am Israel, para anular esas 101 voces de esta mujer, que quedaron flotando en el espacio desde el infinito. Esta es la fuerza de un llanto, de una lagrima, aun de una mujer gentil. Muchas veces se nos enseña que llorar es de mujeres, y a los niños le dicen: “No llores, porque llorar es de mujeres”. Pero para el pueblo de Israel, no hay un hombre más valiente, que aquel que no ha perdido su capacidad de estremecerse, y que su corazón no se ha endurecido, en esta cualidad de poder llorar. Un niño, con la misma facilidad que ríe, llora, y es un regalo de Di-s, el poder llorar. Adam Harishón cuando pecó, no podía encontrar consuelo para su alma, entonces Di-s le regalo el llanto, la capacidad de poder llorar, y eso fue lo que lo calmó, lo tranquilizó, y le dio fuerzas para poder seguir adelante. Y eso es lo que nos explicaron los Jajamim: “Aunque sea que las puertas de la Tefilá se cerraron, las puertas de las lágrimas nunca se cierran”.