Alex Corcias
5 de abril de 2020
Por Sorpresa
El Covid19 nos tomó por sorpresa. La pandemia está reflejando su impacto en la salud de millones de personas, lo cual es muy lamentable y esperamos con ansias la recuperación de tan dura situación. Aunado a eso, surgen asuntos importantes que nos pueden agarrar “por sorpresa” en unos meses, a menos que aprovechemos para prepararnos, y, aparentemente el mejor momento para prepararnos es ahora.
Humildemente, pienso que estamos frente a giro drástico en la consciencia colectiva de nuestra generación. Si será positivo o no, dependerá del nivel de sinceridad que cada uno demuestre como individuo y que demostremos como pueblo y como “luz” para las naciones. Es claro que el impacto emocional y psicológico que todo esto tiene (y tendrá) en las familias dará paso a nuevos niveles de pensamiento. La crisis económica, la fragilidad de la vida y el colapso de otros paradigmas darán paso a fuertes tensiones capaces de sacar lo mejor de nosotros (o no). Lo cierto es que vamos a un nuevo nivel.
En medio de esta “realidad”, vienen a mi mente dos preguntas. La primera, ¿cómo puedo yo avanzar en mi ruta de perfeccionarme como individuo? y la segunda, ¿cómo hago que mi avance colabore con el de tanta otra gente? Para comenzar a responder estas grandes preguntas, quiero recordar un episodio también triste, pero muy aleccionador.
¿Por qué alguien se lanzaría de un séptimo piso?
Hace aproximadamente una década atrás, fui testigo de un hecho estremecedor, vi como un hombre se lanzaba de un séptimo piso (el relato completo de esa estremecedora experiencia lo relato en detalle en el quinto capítulo de mi libro “Propósito”- El eje central de una vida apasionante).
Para esa época, yo estaba estudiando en Israel, y había ido a Venezuela para visitar a mi familia. Normalmente, esas vacaciones las aprovechaba para compartir con mis familiares, a quienes veía un par de veces al año. También me tomaba un tiempo para visitar buenos amigos. En aquel viaje un gran amigo me invitó a cenar en su casa. Ambos reservamos el día y acordamos vernos a las 8:00 de la noche de la fecha pautada.
En el momento y lugar… ¿adecuados?
Durante la mañana del día pautado para la cena, estuve preparando una clase que iba a dar al día siguiente a un grupo de jóvenes en casa de una conocida familia de la comunidad. Para ese momento, yo no sabía que esa conferencia cambiaría mi vida y la de algunos de los participantes para siempre. Mi mayor inquietud era, ¿cómo generar el interés necesario para que sus corazones se abrieran? Había preparado el material para la charla, y le pedí a Di’s que me pusiera las palabras correctas. Como la noche anterior al encuentro estaba invitado a cenar en la casa de mi amigo, pensé compartir con él mi visión sobre aquel encuentro y así podría él también aportar alguna idea. Ninguno de nosotros sabía que esa noche marcaría el rumbo de la conferencia. Esa noche sucedió un hecho estremecedor que sacudió fuertemente mis emociones. Sin saberlo, era exactamente lo que yo necesitaba para mi encuentro con aquellos muchachos… las consecuencias, fueron inimaginables.
La confusión que me embargó
No sé cómo revivir el sentimiento que me embargó tras el incidente. Estaba en shock. Este tipo de situaciones vienen sin avisar, sin preparación, sin anestesia. No lo podía creer. Sentía una contradictoria mezcla de indignación y compasión. Durante toda la noche no podía dejar de pensar en lo que había pasado. Me sentía perturbado con preguntas muy fuertes. Siempre había escuchado que de acuerdo con la Torá está prohibido quitarse la vida. No sabía exactamente dónde estaba escrito ni de dónde se deducía tal prohibición, pero me parecía muy lógico desde el punto de vista de la fe. Luego encontré dicha prohibición mencionada de forma explícita en Rashí, Bereshit 9:5.
¿Homicidio?
Aclaro que este tema merece un análisis muy profundo, pero a los fines de este artículo, voy a limitarme a relatar mi perspectiva, según lo enfoqué en aquel momento. Entendía que cometer ese acto es una especie de homicidio. ¿Cómo puedes tomar una decisión tan drástica sobre tu vida?, ¿acaso eres el dueño de ella? Si estamos de acuerdo en que no se debe asesinar a otra persona, ¿cómo puede alguien poner fin a su propia vida? Cuando vemos personas jóvenes, de negocios, estrellas de cine o músicos famosos, que han acabado voluntariamente con sus vidas, surge la pregunta ¿por qué?, ¿por qué una persona que está sana y cuenta con abundancia material se atreve a tomar una decisión de tal magnitud y llevarla a cabo? ¿Qué pasa por su mente y qué lo lleva a tomar tal decisión?
Yo tenía que estar allí
De algo estaba seguro; si había sido testigo de un hecho tan lamentable, seguramente había un propósito detrás de todo ello. Yo tenía que aprender algo de ese episodio, y sobre eso estaba obligado a hablar al día siguiente en mi encuentro con aquellos curiosos y desafiantes jóvenes. Rápidamente, me di cuenta de que las cuestiones sobre el valor de la vida y el dilema de una persona que decide acabar con ella eran temas de mucho provecho para debatir con mis jóvenes amigos. Estaba seguro de que lograría propiciar un debate sobre el tema, y así juntos obtendríamos sabiduría de ese hecho. Esa era mi misión. A eso dedique todo mi pensamiento. Es conocida la cita que dice (Avot 4:1): “¿Quién es considerado un sabio? El que aprende de todas las personas”. Yo estaba seguro de que había algo importante que debía aprender de esa terrible experiencia, y quería compartirlo con mi audiencia.
Querido lector, al citar esta anécdota te invito a pensar en cómo una situación de crisis y confusión (como la del Covid19 y sus derivadas) puede hacerte ganar pasión y propósito en la vida. En la próxima parte de este artículo, contaré algunas de las ideas que se aclararon en mi mente y que finalmente compartí con aquellos jóvenes en la noche de nuestro encuentro.
¡Hasta entonces!
Dedicado por Alberto Benbunan G. en memoria de sus tíos Simona, Elías, Raquel e Isaac Garzón Serfaty z»l. En memoria de Oro Bat Esther z’l. Y para la pronta recuperación de Yaacov Ben Sara.