18 de mayo de 2020
Si tuviera la opción, ¿sacrificaría sus propias metas, sueños y deseos por el bien de su familia o el bienestar de su grupo? El psicólogo social holandés, Geert Hofstede, realizó un trabajo pionero en el campo de la psicología intercultural, analizando las diferencias entre los diferentes tipos de culturas. Esencial para su trabajo fue caracterizar las culturas individualistas versus colectivistas. Las culturas individualistas, como los Estados Unidos y Europa occidental, tienden a valorar la independencia, la autonomía y la singularidad. En contraste, las culturas colectivistas, tipificadas por los países del este asiático, entre otros, valoran la pertenencia a grupos y la armonía sobre la expresión de los valores u opiniones personales.
¿La tradición judía encaja en un marco individualista o colectivista?
Una de las fuentes clásicas que sugiere una tendencia colectivista dentro del pensamiento judío está enraizada en el pasaje de la reprensión encontrada en Parashat Bechukotai. En lo que se entiende como una descripción inquietante de la destrucción, el versículo dice que, incluso sin que nadie los persiga, el pueblo judío huirá con tal pánico que tropezarán unos con otros (Vayikra 26:37). Los Sabios encuentran en esta imagen de todos tropezando unos con otros una alusión a la idea de que todo Israel es responsable el uno del otro: “kol Yisrael areivim ze bazeh“. Este principio tiene ramificaciones para varias leyes, pero también sirve como un mensaje ético, espiritual y metafísico más profundo de responsabilidad colectiva. A través de los desafíos y las celebraciones, estamos juntos en esto, lo que genera responsabilidades morales y religiosas entre nosotros.
Sin embargo, a pesar de esta y otras indicaciones que apuntan a una categorización de la Torá dentro de un sistema colectivista, también encontramos varias nociones individualistas dentro de la Torá. Por ejemplo, cada individuo está obligado a decir: “El mundo fue creado para mí”. Además, no se permite que un individuo sea sacrificado en aras de salvar a la comunidad, y uno está obligado a salvarse antes de salvar a alguien más.
Al no encajar bien en ninguno de los paradigmas, queda claro que el pensamiento judío contiene componentes colectivistas e individualistas. Como explica el rabino Joseph B. Soloveitchik en su ensayo La comunidad: “La grandeza del hombre se manifiesta en su contradicción interna, en su naturaleza dialéctica, en su soltería y sin relación con nadie, así como en su relación con usted y perteneciente a una estructura comunitaria”. Las diferentes fuentes que empujan y tiran en diferentes direcciones reflejan esta tensión que requiere que equilibremos los componentes individuales y colectivos de nuestra naturaleza.
Este equilibrio combinado de individualismo y colectivismo se refleja aún más en el concepto de conteo, en relación con el conteo de los 50 años hasta el año Yovel y el conteo de las semanas y días del Omer. Mientras discute las leyes de Yovel en Parshat Behar, el versículo dice en tiempo singular, “debes contar” – “ve-safarta lejá” (Vayikra 25: 8). Los sabios entienden esto como una directiva a la corte. Debe haber un recuento singular para toda la población realizado por el Beit Din.
Al discutir el conteo del Omer, hay dos versículos diferentes, con dos tiempos distintos utilizados. Por un lado, establece que debe contar en singular “tispar laj” (Devarim 16: 9), pero también establece la misma idea en plural “u-sefartem lajem” (Vayikrá 23:15). Los Sabios aprenden de esto que tanto el individuo tiene la obligación de contar como la directiva para que los tribunales cuenten a nivel comunitario.
El conteo del Omer, rabínicamente simbólico de nuestra preparación para recibir la Torá, incorpora los elementos duales de la responsabilidad individual y comunitaria. Somos una cultura individualista y colectivista y es nuestro trabajo utilizar las pautas y el marco de la Torá para lograr un equilibrio entre priorizarnos y servir a nuestra comunidad.