Rab David Bittan (Desde Israel)
Un padre caminaba junto a su amado hijo primogénito, cuando de pronto aparecieron unos asaltantes en el camino. Entonces, para salvar a su hijo lo puso detrás de él. Pero tampoco allí se encontraba a salvo pues fueron atacados también por sus espaldas. El hombre desesperado por proteger a su querido hijo, lo subió sobre sus hombros y finalmente logró huir. Al cabo de unos minutos, se les cruza un hombre desconocido y el hijo desesperado le pregunta si había visto a su padre. Lleno de indignación por su falta de agradecimiento, el padre arroja de sus hombros a su hijo y lo deja frente a un perro rabioso.
– A ver quién te va a salvar la vida esta vez -le dice enfurecido.
En esta Parashá de Devarím, Moshé Rabenu recuerda al Pueblo de Israel cómo temió de los kenaanitas y en lugar de tener fe en Hashem Itbaraj, prefirieron permanecer en el desierto. Es entonces que nuestro Profeta les reprende: “¿Acaso se han olvidado de todos los milagros que El Creador del mundo ha hecho con nosotros cuando nos sacó de Egipto, nos condujo por el Mar Rojo y nos alimentó en el desierto, iluminado nuestras noches con la columna de fuego y protegiéndonos del sol del mediodía con Su columna de nube?”
El mensaje que nuestra Santa Torá nos quiere transmitir es que, si bien es verdad que la tierra de Israel era impenetrable a los ojos del hombre, pues estaba poblada de gigantes que vivían en fortalezas indestructibles -tal cual era el caso de Jericó, cuyas murallas eran imposible de quebrantar y sólo un milagro de los cielos pudo hacer que la tierra se las tragara-, sin embargo, a los ojos de Hashem nada es imposible. De la misma manera que era imposible que un solo esclavo pudiera huir de Egipto, El Todopoderoso, D-os de Israel, sacó a todo un pueblo en plena luz del día.
Muchas veces nos parecemos a ese niño que, estando protegido sobre los hombros de su padre, siente mucho miedo y preocupación y se pregunta, ¿por qué mi padre me ha abandonado?
Moshé Rabenu nos enseña que, lejos de ser abandonados por Hashem Yitbaraj, siempre nos encontramos bajo su infinita protección; para no sentirnos desprotegidos y perdidos, sólo hemos de ser agradecidos y recordar cómo nuestro Padre Piadoso derrama constantemente su inconmensurable Misericordia sobre nosotros en los momentos más difíciles de nuestras vidas.