Rabino Moshe Hauer
La saga de Chaim Walder que se ha desarrollado durante las últimas semanas ha creado conmoción en el mundo judío, como debe ser. Walder fue una de esas personas profundamente enfermas que construyeron confianza para explotarla de manera manipuladora y destructiva, rompiendo el sentido de confianza de toda una comunidad.
Ha habido una avalancha de respuestas a esta tragedia. Algunas de esas respuestas demuestran una grave falta de comprensión del abuso sexual, destacando el trabajo que queda por hacer en la prevención del abuso, el descubrimiento de víctimas y la respuesta a los perpetradores. Y muchas voces han hablado claramente sobre el tema, poniendo de relieve el creciente número de personas a las que se puede recurrir y de organizaciones que están haciendo un trabajo real en esta área crítica.
Hay mucho que decir y mucho más que hacer. Aquí haremos solo algunos puntos críticos:
1. Nuestro deber principal, como padres y hermanos, amigos y vecinos, educadores y líderes comunitarios, es velar por la seguridad de quienes nos rodean y protegerlos de quienes puedan causar daño. Un componente fundamental de esa responsabilidad es crear un entorno en el que las víctimas de abuso se sientan cómodas al hablar y recibir apoyo emocional y consuelo de la comunidad, permitiéndoles reconstruir un sentido de confianza y pertenencia.
2. El caso Walder es un verdadero horror, con una figura pública importante – un rabino, educador, terapeuta, autor popular y personalidad de los medios de comunicación – violando atrozmente la confianza depositada en él. La historia que acapara los titulares… crea la conciencia esencial de nuestra necesidad de mantener la seguridad personal en todos los contextos y relaciones.
Pero no podemos permitir que pase este momento sin aumentar la conciencia de la incidencia más prevalente y oculta del abuso sexual entre hermanos, familiares y compañeros. Estas son las historias que ocurren con mucha más frecuencia, pero debido a su alcance más limitado y su perfil más bajo, rara vez crean un titular. Como resultado, tendemos a estar mucho menos informados sobre este peligro, lo que nos deja menos atentos a la detección y menos receptivos a las afirmaciones de que ha ocurrido.
3. Si bien la comunidad ortodoxa ha logrado un progreso significativo, aunque claramente insuficiente, en los ámbitos de la prevención del abuso y el descubrimiento de sus víctimas, nuestra comunidad ha avanzado menos con respecto a los perpetradores. Esfuerzo tras esfuerzo se ve obstaculizado por presiones competitivas. Como descubrió Moshe Rabbeinu en sus primeras incursiones en la vida comunitaria, si bien puede ser fácil defender a un judío de un agresor externo, ocurre lo contrario cuando los judíos se amenazan entre sí. En esas situaciones, se levantarán voces que pintan al agresor como la víctima, con prejuicios y lealtades que enturbian lo que debería ser un claro sentido de justicia.
Debemos ser claros e inequívocos en cuanto a que los incidentes de abuso sexual deben informarse a las autoridades pertinentes y que nuestra prioridad absoluta es la salud y la seguridad de las víctimas y la prevención de una mayor victimización. Nuestra prioridad no es el agresor ni su familia.
Hay mucho trabajo que nuestra comunidad necesita hacer. Necesitamos aprovechar este momento para comenzar a hacer más de ese trabajo.