Rab Itzjak Zweig
Shemot (Éxodo 1 – 6)
¡Buenos días! La parashá de esta semana es el comienzo del segundo libro de la Torá, conocido como “Shemot – Nombres”. El título de este libro proviene del versículo inicial de la parashá de esta semana:
“Éstos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto” (Éxodo 1:1).
Sin embargo, en español el libro se conoce como Éxodo. Éste es un título completamente razonable, ya que gran parte de la primera mitad del libro se relaciona con la esclavitud del pueblo judío en Egipto y los eventos que llevaron a su eventual libertad. De hecho, la mayoría de las porciones semanales de la Torá en Éxodo están directamente relacionadas con las historias detrás de la salida de Egipto y la aceptación de la Torá en el Monte Sinaí poco después (incluido el pecado del becerro de oro).
Esto hace que el nombre hebreo del libro –Shemot– parezca un poco extraño; no es descriptivo y parece ignorar los increíbles acontecimientos que llevaron al nacimiento del pueblo judío. ¡Es particularmente extraño que el libro llamado Nombres presente a los personajes principales de las historias siguientes omitiendo por completo sus nombres!
“Un hombre de la familia de Leví fue y se casó con la hija de Leví. La mujer quedó embarazada y tuvo un hijo. Cuando vio que era un ser extraordinario, lo ocultó durante tres meses. Cuando ya no pudo ocultarlo más, lo metió en una caja que había impermeabilizado y lo colocó entre los juncos de la orilla del Nilo. La hermana del niño lo vigilaba para ver qué sucedía” (Éxodo 2:1-4).
El “hombre” del que habla la Torá es Amram, el líder preeminente del pueblo judío. La “hija” de Leví era Yojéved. El “hijo” anónimo no era otro que Moisés, y su “hermana” anónima era la que pronto se haría famosa, Miriam. Incluso la mujer que salvó a Moisés es conocida simplemente como “la hija del Faraón”. Entonces, ¿por qué el libro se llama Nombres?
Más adelante en la lectura de la Torá de esta semana, encontramos que Moisés tiene que huir de Egipto porque mató a un capataz egipcio que estaba golpeando brutalmente a uno de los esclavos judíos. El Faraón se enteró del incidente y lo condenó a muerte, momento en el que Moisés decide que sería prudente “salir de aquí”. Huye a Madián, una ciudad cercana, y está sentado junto a un pozo, ocupado en sus asuntos, cuando nota que unos pastores acosan a algunas pastoras y les impiden sacar agua para sus ovejas.
Las mujeres eran las hijas de Itró, a quien se le había prohibido participar de la vida comunitaria en Madián debido al rechazo de su padre a la adoración de ídolos. Itró había sido sumo sacerdote en Madián y, tal vez como era de esperar, su comunidad se tomó bastante mal su rechazo a la adoración de ídolos. Por lo tanto, su estatus allí se vio considerablemente disminuido y sus hijas fueron acosadas y se les impidió abrevar a sus ovejas.
Moisés echa a los pastores que las acosaban y les da la oportunidad de abrevar a sus ovejas primero. Itró nota que sus hijas llegan a casa antes de lo habitual y les pregunta qué ha sucedido. Ellas le responden: “Un egipcio nos rescató de unos pastores” (2:18-19).
Los sabios del Midrash (Shemot Rabá 1:32) enseñan que cuando dijeron “Un egipcio nos rescató”, esto no aludía a Moisés sino al egipcio que Moisés mató, el que lo obligó a huir de Egipto y llegar a su puerta. El Midrash ilustra esto con la siguiente analogía: un hombre fue mordido por un burro salvaje y corrió a un río cercano para remojar su pierna en el agua fría.
Tan pronto como llega al río, se da cuenta de que un niño se está ahogando y lo saca. El niño comenta: “Si no hubiera sido por ti, ¡seguramente me habría ahogado!”. El hombre responde: “No me agradezcas a mí, agradécele al asno salvaje que me mordió. Porque si no hubiera sido por su mordedura, nunca habría ido al río y no te habría visto a ti ahogándote”. Así también Moisés les explicó que, si no hubiera sido por el egipcio que mató, nunca habría estado en el pozo de Madián para salvarlos.
Ésta fue la historia que le contaron a su padre. La Torá nos informa que Itró les dijo a sus hijas que fueran a buscar al hombre que las había salvado y que lo invitaran a cenar. Moisés aceptó pasar un tiempo en la casa de Itró, se instaló allí y, finalmente, Itró le ofreció a Moisés la mano de su hija mayor en matrimonio.
¿Qué está pasando aquí? Moisés provenía de una de las familias judías más importantes de Egipto, fue criado en el palacio del faraón y se convertirá en el profeta más grande que jamás haya existido. ¿Cómo es posible que de repente se case con la hija de un ex sacerdote local de Madián, una mujer de la que apenas sabemos nada?
(Recuerdo las muchas veces en mis 35 años de matrimonio, cuando le presentaba a alguien a mi esposa; la miraban por un momento y conversaban un poco, todo el tiempo con los ojos muy abiertos, y yo sabía que estaban pensando: “Vaya. ¿Cómo logró este tipo convencer a alguien como ella para que se casara con él?”).
En la lectura de la Torá de la próxima semana, cuando llegó el momento de atacar al Faraón y a los amos egipcios con plagas, vemos que Moisés no inició las plagas que afectaron al río Nilo (que se convirtió en sangre), ni al suelo de Egipto (que se convirtió en una plaga masiva de pulgas). Los sabios explican que debido a que el Nilo había protegido a Moisés cuando era un bebé, y la tierra había beneficiado a Moisés cuando enterró al capataz egipcio que había matado, a Moisés se le prohibió atacar tanto al Nilo como al suelo porque les debía deudas de gratitud.
El Midrash ilustra este valor central de tener gratitud con el siguiente aforismo: “No se debe arrojar piedras a un pozo del que se bebió”.
Hemos hablado muchas veces del concepto de adoptar una “actitud de gratitud” como principio básico del judaísmo. De hecho, el gran filósofo judío del siglo XIII Rabbeinu Yonah de Gironde (hoy Gerona en Cataluña, España) señala la importancia de comenzar el día con la rápida oración de Modeh Ani tan pronto como uno se despierta. Esta oración, que expresa gratitud al Todopoderoso, en sus palabras “inflama el amor y el aprecio por el Todopoderoso” a primera hora de la mañana.
Sin embargo, es de extrañar que los sabios hayan planteado esta idea de que debemos estar agradecidos a un objeto inanimado, como un pozo o, en el caso de Moisés, al Nilo y al suelo de Egipto. Parece totalmente absurdo. ¿Cómo podemos entender lo que nuestros sabios intentan enseñarnos?
Es importante entender que el judaísmo no cree que los objetos inanimados tengan poderes mágicos especiales. De hecho, ese concepto raya en la idolatría. Es cierto que colocamos Mezuzot en las puertas de nuestras casas y envolvemos Tefilín (filacterias), que contienen capítulos de la sagrada Torá y parecen similares a amuletos “místicos”, pero tienen un propósito específico: consagrarnos a nosotros mismos y a nuestro hogar al servicio del Todopoderoso. El enfoque está puesto directamente en canalizar la conexión con el Todopoderoso, no –Di’s no lo quiera– en el poder innato de esos objetos.
De la misma manera, usamos Tzizit (flecos rituales) para recordarnos los mandamientos de Di’s y que debemos cuidar nuestros ojos y corazones para que no se desvíen del camino correcto. No son los Tzizit los que nos brindan protección, sino nuestro esfuerzo consciente por mejorar nuestra identidad y volvernos como Di’s lo que induce la santidad en nuestras vidas.
Maimónides, en su obra épica sobre filosofía Guía de los perplejos (1:61), habla de escribir “nombres curativos de ángeles” u otros amuletos y los descarta como algo tonto y absurdo, cosas en las que “ningún individuo cuerdo debería involucrarse”.
(De manera similar, siempre me han perturbado los supuestos “objetos sagrados” que a menudo se distribuyen para “protección”, como los cordones rojos. Creo que caen directamente en la categoría en la que Maimónides caracteriza a los proveedores de tales artículos como descarriados y a las personas que creen en ellos como tontos.)
Por el contrario, los sabios sí alientan a las personas a apreciar los objetos inanimados que naturalmente nos acercan al Todopoderoso. Por ejemplo, según la ley judía, cuando una persona llega a un lugar en el que ocurrió un milagro para ella o sus antepasados, está obligada a hacer una bendición especial agradeciendo al Todopoderoso. No se trata del lugar que contiene santidad, es la apreciación de lo que el Todopoderoso hizo por ella allí lo que provoca una efusión de gratitud hacia Di’s, quien orquestó el milagro. Al igual que con las Tefilín, las Mezuzot y los Tzitzit, nuestra atención se dirige de nuevo a Di’s, la fuente de todas las bendiciones.
Debemos centrarnos conscientemente en todo aquello que nos recuerde la gratitud que le debemos al Todopoderoso. Ya sea un pozo del que bebimos o la extraña relación de Moisés con el Nilo y el suelo de Egipto, no podemos hacer nada que disminuya los sentimientos de gratitud que le debemos al Todopoderoso. Por eso no arrojamos piedras en pozos de los que nos beneficiamos, y Moisés no era el agente apropiado para iniciar esas plagas en el Nilo y el suelo de Egipto.
La razón por la que el libro de Éxodo se llama simplemente Shemot o Nombres es porque el segundo libro de la Torá se ocupa de mostrarnos que la mano guía del Todopoderoso está detrás de todo en la creación; Di’s sólo orquestó los eventos de tal manera que lograra el nacimiento de la nación judía al sacarnos como esclavos de Egipto y darnos la Torá. Las personalidades en la historia -y cómo llegaron a existir- son en su mayoría irrelevantes.
Por eso, por extraño que parezca, Moisés sintió que las hijas de Itró debían entender que él estaba allí sólo por la mano de Di’s: las extrañas circunstancias que lo obligaron a salir de Egipto y llegar a su puerta sólo pudieron haber sido orquestadas por el Todopoderoso. El capataz egipcio a quien Moisés mató legítimamente era simplemente un peón para revelar el poder de Di’s para mover al mundo en una dirección determinada. Cuando Moisés vio que entendían su mensaje, sintió que esa era una familia con la que podía conectarse, y finalmente se casó con la hija de Itró.
Porción semanal de la Torá
Shemot, Éxodo 1:1 – 6:1
La porción de esta semana cuenta una historia que se repite a menudo a lo largo de la historia: los judíos se vuelven prominentes y numerosos. Surge un nuevo rey en Egipto “que no conocía a Yosef” (es decir, eligió no conocer a Yosef ni reconocer ninguna deuda de gratitud). Proclama la esclavitud para el pueblo judío “para que no se multiplique tanto, que, si hay guerra, se unan a nuestros enemigos y luchen contra nosotros, expulsándonos de la tierra”.
Moisés nace y se esconde inmediatamente debido al decreto de matar a todos los bebés judíos varones. Moisés es salvado por la hija del Faraón, crece en la casa real y sale a ver la difícil situación de sus compatriotas judíos. Mata a un egipcio que estaba golpeando a un judío, escapa a Madián cuando se conoce el hecho, se convierte en pastor y luego Di’s le ordena en la zarza ardiente que “saca a mi pueblo de Egipto”. Moisés regresa a Egipto y se enfrenta al Faraón, quien se niega a dar permiso para que los israelitas salgan. Dios dice: “¡Ahora comenzarán a ver lo que haré con el Faraón!”.
Encendido de las velas de Shabat
(o vaya ahttps://go.shabbatshalom.org/e/983191/sh-c-/kvl92/834380470/h/0xDp7Y5sSoBNu_IOcyffQ-tKXH9VjUC3yEs8XMUoiZw)
Jerusalem 4:23
Miami 5:35 – Ciudad del Cabo 7:41 – Guatemala 5:35
Hong Kong 5:44 – Honolulu 5:54 – Johannesburgo 6:46
Los Ángeles 4:51 – Londres 4:09 – Melbourne 8:25
México 6:02 – Moscú 4:15 – Nueva York 4:37
Singapur 6:58 – Toronto 4:51
Cita de la semana
La Providencia tiene su hora señalada para todo.
— Mahatma Gandhi