Sivan Rahav Meir
En un ataque terrorista en Estados Unidos, dos empleados de la embajada de Israel en Washington fueron asesinados anoche. El que disparó gritó “Palestina libre” y asesinó a los dos cuando salían de un evento en el Museo Judío. Si uno grita “Intifada” con una keffiyah una y otra vez en los campus universitarios, al final la Intifada con la keffiyah llega a Washington.
Es el mismo odio hacia Israel: desde el asesinato de Tseela Gez la semana pasada en Samaria, a quien dispararon cuando se dirigía a la sala de partos, hasta la joven pareja de esta noche en Washington que estaba supuesta comprometerse en un evento festivo dentro de unos días.
Y la respuesta –nos lo vienen diciendo nuestros sabios desde hace años– es la misma: ¿Ellos quieren un judaísmo menos abierto y público? ¿Menos vida judía? ¿Menos apoyo a Israel? La respuesta a ello es hacer más. No esconderse y desaparecer, sino es fortalecerse y crecer. Regresar a ser nosotros mismos y a nuestra identidad judía. Ser quienes estamos destinados a ser, con toda fuerza.
Desde hace más de un año y medio, nuestros hermanos en los Estados Unidos han estado rezando mucho por nosotros. Esta mañana, la dirección de las oraciones cambia. Nosotros también rezamos por ellos. Ellos siempre comprueban que aquí estemos bien. Esta mañana vamos a comprobar que allá estén bien.
Durante este período, en las sinagogas, se canta la oración “Nuestros hermanos, toda la Casa de Israel”, poniendo énfasis en los secuestrados que se encuentran en Gaza: “Que el Señor tenga misericordia de ellos y de nosotros, y saque a toda la Casa de Israel, de la adversidad a la tranquilidad, de las tinieblas a la luz, y de la esclavitud a la redención”. Esta mañana digamos estas palabras sobre nuestros hermanos, toda la Casa de Israel, dondequiera que estén.
Que tengamos buenas noticias.