Israel Picker, MSW
Como terapeuta de trauma y trabajador social, he dedicado mi carrera a comprender las complejidades del comportamiento humano, la comunicación y el devastador impacto del trauma, especialmente en casos de abuso infantil. También escribo con frecuencia sobre los sesgos cognitivos y cómo influyen en nuestras percepciones. Hoy quiero profundizar en un fenómeno particularmente insidioso conocido como el “Dividendo del Mentiroso” y explorar cómo, inadvertida y peligrosamente, contribuye a una cultura donde los perpetradores de abuso infantil pueden evadir la responsabilidad.
El Dividendo del Mentiroso es un concepto que describe el beneficio que un mentiroso recibe del escepticismo generalizado sobre la verdad. En términos más simples, es la idea de que, dado que sabemos que pueden ocurrir acusaciones falsas, las acusaciones genuinas suelen generar duda, sospecha o incluso incredulidad absoluta. Este escepticismo, aunque a veces bienintencionado o nacido del deseo de justicia, puede ser utilizado como arma por individuos y grupos que buscan manipular y explotar.
Ahora, conectemos esto directamente con la terrible realidad del abuso infantil. Cuando surgen acusaciones de abuso infantil, un obstáculo crítico y a menudo desgarrador es la creencia generalizada de que “las personas son acusadas falsamente todo el tiempo”. Si bien es cierto que las acusaciones falsas, en cualquier contexto, constituyen una grave injusticia y pueden tener consecuencias devastadoras para quienes las sufren, la existencia de estos raros casos a menudo se amplifica y distorsiona. Este énfasis excesivo en las acusaciones falsas crea un terreno fértil para que florezca el Dividendo del Mentiroso.
Considere esto: cuando una persona sobreviviente presenta valientemente una acusación, a menudo no se enfrenta a empatía y apoyo inmediatos, sino a una serie de preguntas diseñadas para determinar la veracidad de su afirmación. Estas preguntas, aunque aparentemente buscan claridad, pueden convertirse rápidamente en un interrogatorio abrumador, obligando a la persona sobreviviente a defender su versión en lugar de someter al presunto agresor a un escrutinio riguroso. Esto suele ocurrir porque el espectro de las “acusaciones falsas” influye considerablemente en la percepción de muchas personas.
Aquí es donde el Dividendo del Mentiroso se convierte en un peligroso cómplice de la injusticia.
La naturaleza insidiosa del Dividendo del Mentiroso en estos casos radica en que permite a las personas dejar pasar a los perpetradores simplemente porque creen, o han oído hablar, de casos en los que alguien más fue acusado falsamente. Crea una ecuación perversa donde:
- Conciencia de las acusaciones falsas (raras pero reales) + Dividendo del mentiroso = Desconocer las acusaciones genuinas.
Esto no significa que no debamos preocuparnos por las acusaciones falsas ni que el debido proceso no sea esencial. Sin embargo, la situación ha oscilado tanto para algunos que la mera posibilidad de una acusación falsa eclipsa la realidad, mucho más frecuente, del abuso genuino. Esta perspectiva distorsionada crea un escudo para los abusadores, permitiéndoles esconderse tras el espectro de las “acusaciones falsas” y desviar las acusaciones legítimas.
Las consecuencias son devastadoras:
- Culpar a la víctima: los sobrevivientes son sometidos a un intenso escrutinio, su credibilidad es cuestionada y su trauma es revivido e invalidado.
- Impunidad para los abusadores: Los perpetradores pueden eludir la rendición de cuentas y ser libres de continuar con sus patrones destructivos, sabiendo que la narrativa de la “falsa acusación” les proporciona un escudo conveniente.
- Efecto paralizante: otros sobrevivientes potenciales se sienten disuadidos de presentarse, por temor a que no se les crea y a enfrentar un trauma mayor en el proceso.
- Erosión de la confianza: se erosiona la confianza del público en el sistema de justicia y en la capacidad de proteger a las poblaciones vulnerables.
Como sociedad, debemos desafiar esta peligrosa narrativa. Si bien reconocemos la dolorosa realidad de las acusaciones falsas, no podemos permitir que se conviertan en una excusa conveniente para desestimar las denuncias genuinas de abuso. Debemos cambiar nuestro enfoque, dejando de asumir la duda automáticamente, a uno de apoyo y confianza para las sobrevivientes.
¿Qué podemos hacer?
- Educarnos: comprender la dinámica del abuso infantil, el proceso de preparación y las razones por las cuales los sobrevivientes pueden retrasar la revelación.
- Cuestiona la ventaja del mentiroso: Cuando escuches a alguien descartar una acusación con “¿Qué pasa con las afirmaciones falsas?”, cuestiona esa perspectiva con amabilidad pero con firmeza. Recuérdale que, si bien las afirmaciones falsas ocurren, son poco frecuentes y la gran mayoría de las acusaciones son ciertas.
- Apoyar a los sobrevivientes: crear espacios seguros donde los sobrevivientes se sientan creídos, escuchados y apoyados, independientemente del resultado de los procedimientos legales.
- Abogar por la justicia: exigir sistemas y procesos que prioricen la seguridad y el bienestar de los niños y exijan responsabilidades a los perpetradores.
- Centrarse en la prevención: continuar educando a los padres y a las comunidades sobre las estrategias de prevención del abuso infantil, haciendo hincapié en la comunicación abierta y los límites saludables.
En última instancia, el Dividendo del Mentiroso se aprovecha de nuestro miedo a la injusticia para permitir que persista una injusticia diferente, mucho más devastadora. Al reconocer y desmantelar activamente este sesgo, allanamos el camino hacia una verdadera rendición de cuentas. Nuestro enfoque inquebrantable debe centrarse en fomentar entornos donde los niños estén seguros, donde los sobrevivientes encuentren apoyo incondicional y donde quienes causan daño ya no puedan esconderse tras una narrativa errónea de duda.
Israel Picker es trabajador social, terapeuta y especialista en EMDR que vive y trabaja en Jerusalem.