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Hace dos años, nuestra percepción de Simjat Torá cambió para siempre. La invasión de Hamás en Simjat Torá socavó nuestra simjá en aquel entonces y seguirá desafiando nuestra celebración en los años venideros. Así como Yom Kipur nos recuerda la Guerra de Yom Kipur, ahora también asociamos Simjat Torá con el ataque de Hamás.
Pero el día del ataque no fue sólo Simjat Torá, sino también la mañana después de Sucot. Esto es significativo porque la sucá simboliza la protección de Hashem. Conmemora el Ananei HaKavod que protegió al pueblo judío durante su travesía de 40 años por el desierto. Cada año, nos sentamos en la sucá para recordar la protección de Hashem en aquel entonces y su protección continua hoy.
Sin embargo, hace dos años, esa protección parecía ausente. Menos de doce horas después de estar sentados en la sucá, fuimos atacados brutalmente. El ataque no se limitó a las bases militares; se extendió al frente interno. Familias fueron asesinadas en sus domicilios y muchas fueron tomadas como rehenes.
¿Cómo podemos seguir identificándonos con el mensaje de la sucá –el sentido de la protección de Hashem– después del 7 de octubre?
Los últimos dos años
Aunque esta pregunta fue dolorosa el 7 de octubre de 2023, es mucho más fácil responderla dos años después. En los últimos dos años, hemos presenciado milagros tremendos, no solo en el campo de batalla, sino también en el frente interno.
Nuestros enemigos han disparado más de 25.000 cohetes, misiles, drones y otros proyectiles contra el Estado de Israel, a veces cientos o incluso más de mil a la vez. Sin embargo, la gran mayoría no cobró vidas humanas.
Aunque la pérdida de un solo soldado o civil es una tragedia, debemos reconocer la forma milagrosa en que Hashem ha protegido al pueblo judío durante los últimos dos años. Nuestros enemigos creían que el 7 de octubre desencadenaría una masacre continua de judíos. Si bien Hashem permitió que ese terrible día ocurriera, desde entonces ha cambiado la situación en su contra. Nos ha permitido atacar a nuestros enemigos por todos lados, a la vez que protege a nuestras comunidades de la devastación.
Aún tenemos hermanos y hermanas secuestrados, y la lucha continúa, pero la situación ha cambiado. Hashem nos ha ayudado a desmantelar cada parte del “anillo de fuego” de Irán, e incluso a atacar al propio Irán.
Los acontecimientos de estos dos años también revelaron otra dimensión de la protección de Hashem: solo después de que se expusieran las intenciones de nuestros enemigos, nos dimos cuenta de la magnitud del peligro. Su plan incluía no solo la invasión de Hamás, sino también un ataque simultáneo de Hezbolá en el norte y de fuerzas terroristas de Judea, Samaria y otras partes de Israel. Esto debía coordinarse con bombardeos de misiles desde Siria, Irak, Irán y Yemen. En conjunto, estos ataques estaban diseñados para desbordar las defensas israelíes y, jas v’shalom , amenazar la existencia misma del Estado.
Sin embargo, Hashem interrumpió su coordinación. Hamás atacó prematuramente, antes de que los demás estuvieran listos. En lugar de enfrentarnos como un frente unido, Hashem nos permitió enfrentar y derrotar a cada enemigo uno a la vez.
Las lecciones de los últimos dos años nos recuerdan que, aunque nuestros enemigos de cada generación urden planes elaborados para destruirnos, Hashem asegura nuestra supervivencia. Por razones que solo Él conoce, a veces permite que seamos atacados, pero al mismo tiempo, extiende su protección a nuestro alrededor para limitar la devastación.
Nuestras oraciones por el futuro
Reconocer el gran cuidado y protección que Hashem nos brinda debería inspirarnos a profundizar nuestras oraciones para pedirle su protección continua. En los últimos años, hemos visto la profunda importancia de su protección, tanto en los momentos en que fue revelada como en los momentos en que estuvo oculta.
Cuando se revela Su protección, vislumbramos cómo Hashem, nuestro Padre celestial, anhela conectar con nosotros en todo momento. Nuestra tarea es volver a Él de una manera que le permita acercarse. Debemos recordar que Hashem usa a nuestros enemigos para recordarnos la necesidad de fortalecer nuestra relación con Él, y que la paz duradera con ellos depende de la verdadera paz con Él.
Volvámonos y retornemos a Él para que merezcamos la restauración de la Sucá definitiva –la Sucá caída de David– y la expansión de Su Sucá de paz sobre nosotros, sobre Jerusalén y sobre el mundo entero.