728 x 90

¿Estoy durmiendo lo suficiente?

¿Estoy durmiendo lo suficiente?

Obviamente, la cantidad de horas que las personas necesitan dormir varía de una persona a otra. Sin embargo, ¿existe una cantidad recomendada de sueño que genere tranquilidad, claridad mental y facilite la asimilación, comprensión y memorización del material estudiado?

Un estudio, realizado por un equipo de investigación bajo la dirección de Robert Stickgold, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y uno de los expertos en sueño más respetados del mundo, sugiere que ocho horas de sueño son la cantidad ideal para alcanzar los objetivos mencionados. En ningún caso debería ser menos de seis horas, ya que dormir más de ocho horas por noche es una pérdida de tiempo.

El profesor Stickgold explica que, durante una noche de ocho horas, hay dos etapas críticas principales durante las cuales el cerebro experimenta cambios físicos y químicos:

  • La primera parte de la noche.
  • La madrugada, durante las dos últimas horas de sueño.

La interacción entre estas dos etapas fortalece y consolida la memoria. En la primera etapa del sueño, la información fluye desde el hipocampo, el centro de la memoria, hasta la corteza cerebral. Posteriormente, a lo largo de cuatro horas, el cerebro distribuye lentamente la nueva información estudiada y adquirida durante el día a las zonas correspondientes de las neuronas del sistema nervioso central. “El proceso es similar al tiempo que tarda la masa en levar”, afirma el Dr. Stickgold.

En la segunda etapa, conocida como el estado de sueño activo y el período en el que finaliza el sueño, también se producen procesos químicos rápidos. El hipocampo se desconecta de la corteza cerebral y el cerebro vuelve a procesar la información previamente refinada, fortaleciendo la conexión entre este nuevo material y las células nerviosas en todos los niveles del sistema de memoria.

El profesor Stickgold supone que su estudio tiene importantes repercusiones para estudiantes y otras personas que buscan adquirir nueva información o habilidades en diversas áreas. En concreto, la adquisición y aplicación de nuevos conocimientos depende mucho más de una cantidad adecuada de sueño de calidad que de las técnicas de estudio o el tiempo invertido por el estudiante, e incluso es más importante que su nivel de inteligencia.

Vale la pena señalar que una reciente publicación de este estudio mereció titulares en la prensa de todo el mundo, particularmente en revistas científicas.

Ahora nos centramos en la Mishné Torá, el texto clásico de Maimónides, que describe todas las leyes de la Torá y sus costumbres relevantes. Aquí, Maimónides afirma simplemente —entre otros consejos notables sobre la salud física y espiritual— que ocho horas de sueño son suficientes, mientras que dormir más no aporta ningún beneficio a la salud:

La noche y el día juntos suman veinticuatro horas. A una persona le basta dormir un tercio de ellas, es decir, ocho horas.

Es interesante notar que ciertos maestros cabalísticos encontraron una alusión a este principio en un versículo bíblico: “Porque ahora me he acostado, y debería estar tranquilo; he dormido, y entonces debería descansar” (Job 3:13).

El valor numérico (1) de las letras de la palabra hebrea “then” – a z – es ocho: aleph [1] + zayin [7] = az [8].

Por lo tanto, el versículo puede parafrasearse: “¡Dormí ‘ocho’ (az) y luego debería descansar!”

Según las enseñanzas místicas judías, todos los fenómenos químicos y físicos que ocurren en el cuerpo humano, incluidos los procesos que ocurren durante el sueño, tienen su raíz en el reino espiritual. El hambre, por ejemplo, que parece ser un fenómeno completamente físico, en realidad deriva del néfesh (el nivel inferior del alma: néfeshrúajneshamájaiá y iejidá), que supervisa las necesidades del cuerpo. La carne por sí sola, sin néfesh, no tiene sentimientos ni deseos. Del mismo modo, la nutrición física se produce en virtud de la chispa espiritual oculta en el alimento, que proporciona vida y sustento a quienes lo consumen.

Notas  

(1) El idioma hebreo no tiene un conjunto de números separado. Más bien, cada letra hebrea tiene un equivalente numérico, llamado guematriyah. Por lo tanto, las palabras y oraciones pueden sumarse y compararse según su valor numérico común.

Noticias Relacionadas