Eli Suli
6 de abril de 2020
Mendel y Moshé Brachfeld fueron dos hermanos que, después de que sus familias fueran asesinadas por los nazis, habían pactado permanecer juntos a como dé lugar. Ellos gracias a Di-s, pudieron sobrevivir a la barbarie nazi, permaneciendo juntos con vida, y tratando incluso de poder seguir cumpliendo las Mitzvot.
Durante la Shoá, los nazis establecieron más de 400
guetos, con el objetivo de aislar a los judíos de la población, porque los
consideraban como una raza inferior, y de esa manera evitarían que se mezclaran
con la raza aria superior, y la degradaran. Los oficiales nazis creían que los
judíos no podrían soportar las terribles condiciones de vida del gueto,
incluyendo la falta de comida, agua y espacio habitable, y de esa manera
morirían. Más aún, los guetos también les servirían como centros de
agrupamiento, para facilitarles posteriormente el exterminio de una gran parte
de la población judía. Los hermanos Brachfeld vivían en el gueto de Cracovia,
que era uno de los más grandes de Polonia, el cual había sido establecido por
los alemanes en 1941. En marzo de 1943, un mes antes de Pésaj, los alemanes
liquidaron el gueto, matando o llevándose de allí, a todos los judíos que
quedaban.
Entonces, la ciudad de Cracovia, que durante 700 años había sido un hogar para
los judíos, fue declarada oficialmente como “judenrein”, libre de judíos. Sin
embargo, Mendel y Moshé Brachfeld, decidieron esconderse, porque entendieron
que seguir las órdenes de los alemanes, implicaría una muerte segura. Ellos
contaron, cómo a pesar de todos los riesgos, lograron contrabandear los Tefilín
de un campo de concentración a otro, y que, con gran sacrificio, pudieron
ponerse los Tefilín casi todos los días en ese infierno. También relataron,
cómo en una ocasión, antes de Yom Kipur, encontraron una Mikve (baño ritual) en
la que pudieron sumergirse, y cómo sobrevivieron un Pésaj sólo con papas. Sin
embargo, en las semanas previas a Pésaj, fueron atrapados junto a otros cien
judíos, y encerrados en prisión. No obstante, unos días después, Mendel y
Moshé, junto con los otros cien judíos, lograron escapar de la prisión. Iban
escondiéndose de ático en ático, tratando desesperadamente de permanecer con
vida, mientras intentaban conseguir documentos, que pudieran serle útiles para
escapar. Con la festividad de Pésaj muy cerca, y aun en la situación que se
encontraban, los hermanos querían encontrar la manera de poder cumplir con la
Mitzva de comer Matzá, por lo menos, en la primera noche de Yom Tov. Pero
sabían que, de ser descubiertos por los nazis, significaría inmediatamente ser
asesinados. No obstante, insistieron con la búsqueda, y encontraron un poco de
harina. También, para poder hornear las Matzot, pudieron incluso construir un
improvisado horno. Luego encontraron una placa de metal, y pintura, para
prender fuego a la pintura, y de esa manera, pudieron incluso hacer Kasher la
placa de metal, y obtener así un horno Kasher para Pésaj, en el cual hornearon
unas pocas Matzot para el Séder. Quizás pudo haber sido un milagro, que el olor
de la pintura quemándose no haya sido detectado por los alemanes, o tal vez fue
porque el olor de la pintura se perdía con el olor tan fuerte a putrefacción
que emanaban los cadáveres en el gueto.
Cuando llegó la noche de Pésaj, se sentaron para tener su improvisado Séder, celebrando el Éxodo de Egipto, escondidos en el ático de un edificio, situado en la calle Jozefonsky 23, en el gueto de Cracovia. En el pasado, ellos se solían sentar en una hermosa mesa, con la platería más fina, y en compañía de sus familiares. Pero ahora, desgraciadamente estaban solos, en un oscuro y húmedo escondite, huyendo de los nazis, con sus vidas en peligro, y con un poco de Matzá, por la cual habían arriesgado sus vidas. Maror no necesitaban, tenían suficiente con sus propias vidas. Justo antes de comenzar el Séder, Mendel, que entonces tenía 21 años, le dijo a Moshé, su hermano mayor: “Es imposible hacer un Séder esta noche, ya que el Séder es para celebrar nuestra libertad, nuestra salida del exilio. Sin embargo, nosotros que nos encontramos aquí, con nuestras vidas en peligro, mientras los nazis, con sus perros salvajes, nos están buscando, y no cesarán hasta encontrarnos y matarnos. Además, sabiendo que toda nuestra familia ha sido asesinada y la ciudad está en llamas.
¿Acaso no es esto peor que la vida que tuvieron los judíos en Egipto?
¿Qué clase de libertad estamos celebrando?
Pero Moshé entonces le respondió: “Debes de saber, Mendel, que todas las noches, en el rezo nocturno, alabamos a Di-s por habernos sacado de Egipto, hacia una libertad eterna. Sin embargo, la libertad eterna que obtuvimos, y por la cual estamos agradecidos, no es la libertad física. Esta noche, lo que le agradecemos a Di-s, es por la libertad espiritual. En Pésaj celebramos el nacimiento de una nación, cuando dejamos de ser esclavos en Egipto, para ser una nación judía, una nación que Di-s llamó y adoptó como suya. Cuando nos sentamos a hacer el Séder de Pésaj, celebramos algo más grande que la propia vida, festejamos una salida de la esclavitud hacia el cobijo de nuestro Padre Celestial, convirtiéndonos en una nación santa y eterna. Eso es algo que nadie puede quitarnos. No importa cuánto torturen nuestro cuerpo físico, nuestra alma siempre será libre para servir a Di’s”.
Con esas palabras, los hermanos entonces se sentaron a celebrar un Séder de Pésaj, que consistió de Matzá preparada peligrosamente, y un poco de “borscht” (sopa de remolacha o betabel) en lugar de vino.
Acabó la guerra, Mendel y Moshé sobrevivieron, y pudieron reconstruir sus vidas, se casaron, y tuvieron muchos hijos, nietos, y bisnietos, todos comprometidos con la Torah.
Los hermanos Brachfeld solían decir que ese fue el
Séder más espléndido que habían celebraron en su vida. Mendel y Moshé
Brachfeld, hoy están enterrados uno junto al otro, en “Har Hazetim” (Monte de
los Olivos) en Jerusalem.
Hoy tenemos frente a nosotros una posibilidad histórica, de pasar el mejor Pésaj
de nuestras vidas. ¡¡Este Pésaj, que nos va hacer falta la familia, y estaremos
encerrados en cuatro paredes, tenemos dos opciones: sentirnos amargados por
ello, o enfocarnos en la libertad verdadera que nadie nos la podrá quitar, y
por lo tanto, podemos también pasar el Pésaj más esplendido.
¡¡No dejemos pasar esta oportunidad única!!