Sivan Rahav Meir
A cada año, al llegar a Parashat Ekev, vuelo a recordarme de esta historia: Cierta vez en Mahattan, pedí en un puesto de ventas en la calle, un pequeño vaso de jugo de naranjas natural. El vendedor americano me dio un enorme vaso lleno de jugo de naranja. “Pedí uno pequeño”, le dije, para reparar el error, pero él me mostró otros dos vasos de tamaños más grandes aun: “Lo que recibiste es un jugo pequeño. ¡Mira, aquí está el mediano y éste de aquí es el grande!”
El vaso que en Israel llamamos “grande” en Estados Unidos es el “pequeño”. De seguro que en algunos años más también aquí esto será considerado “pequeño”.
Uno de los grandes peligros del cual el Libro de Devarim nos previene es de una vida en una sociedad donde hay abundancia. Una sociedad donde hay de todo y en grande. Donde es un desafío vivir en la pobreza, pero es también un desafío vivir en la riqueza. Es difícil estar hambriento, pero también no es fácil estar satisfecho.
En nuestros días, esta tarea es muy actual. He aquí la advertencia de Moshé Rabeinu en la Parashá, la cual concierne al temor de que la buena vida en el presente nos haga olvidar el pasado y el futuro: “Para que no suceda que cuando hayas comida y hayas quedado satisfecho, cuando hayas construido buenas casas y te hayas asentado, cuando tu ganado vacuno y ovino se hayan incrementado, y tu plata y tu oro hayan aumentado, y todas tus propiedades se hayan incrementado, que entonces tu corazón se llene de orgullo y te olvides de Hashem, tu Elokim que te sacó de la esclavitud de Egipto… No pretendas auto convencerte diciendo: “Mi poder y mi propia fuerza son los que me proporcionaron toda esta riqueza”.
Las generaciones anteriores han demostrado auto-sacrificio en el Holocausto y frente a los pogroms. Nuestro auto-sacrificio es seguir adhiriendo a los valores precisamente en condiciones cómodas y fáciles, con un vaso de jugo de naranja grande en la mano.