Eli Suli
11 de octubre de 2019
Foto: Palacio de la Inquisición en México. Casa Chata.
A lo largo de nuestra larga historia, los Iehudim han superado todo tipo de obstáculos para poder observar la Mitzvá de la Sucá. Pero quizás uno de los ejemplos más llamativos de amor y determinación del pueblo judío hacia esta Mitzvá, es la Sucá que fue construida en las cárceles de la inquisición de la ciudad de México en el año 1603, por un cripto judío llamado Sebastián Rodríguez.
Sebastián había nacido en Portugal, en el año 1573, en un pueblo llamado San Vicente Davera, pero abandonó su casa a la edad de siete años, para trasladarse hacia Sevilla, donde trabajó en la tienda de su tío Antonio Rodríguez, quien le había enseñado a leer y escribir.
Al llegar a los catorce años, en el año 1587, se embarcó hacia la Nueva España (nombre anterior de México) y se asentó en la ciudad de Puebla, en la casa de un pariente lejano, también portugués, de nombre Guillermo Rodríguez, el cual lo enviaba a los pueblos aledaños a vender ropa. Pero a los dieciséis años se independizó, y trabajó por su propia cuenta.
A los dieciocho años se casó con su prima Constanza Rodríguez, que era siete años mayor que él. Previo a la boda, su cuñado Domingo Rodríguez, y Manuel de Lucena llevaron a Sebastián al campo, y le enseñaron muchas de las Halajot (leyes) de la Torá respecto al matrimonio y lo que concierne a la vida judía, aunque él ya tenía algunas nociones de éstas.
Pero sus principales maestros de donde él aprendió las leyes de la Torá fueron Luis de Carvajal (El Mozo) y Sebastián de la Peña, que durante sus largas caminatas en compañía de sus maestros, iban analizando juntos los distintos pasajes de la Torá.
Luis de Carvajal, su maestro, siempre llevaba oculto entre el forro y el fieltro de su sombrero, varios escritos con pasajes y leyes de la Torá, y de esa manera podía enseñarles a sus alumnos.
Durante el año 1596, cuando apenas había cumplido veintitrés años, y por la acusación de un tal “Pedro de Reparo” en su contra, Sebastián Rodríguez fue detenido en la ciudad de México junco con su esposa Constanza, y llevado a las cárceles de la inquisición en la plaza Santo Domingo, en la calle de Donceles y Brasil, muy cerca del Zócalo actual.
Su castigo fue reclusión perpetua, y la confiscación de todos sus bienes.
Durante los primeros tres meses de sus interrogatorios, guardó absoluto silencio, por lo que todo ese tiempo lo mantuvieron castigado, encadenado a unos grilletes de manos y pies. Pero después de tres meses de tortura, Sebastián confesó que profesaba la ley Judía de Moisés, por lo que le fue quitado los grillos que traía, y lo pusieron en una celda junto a Luis Diaz, que trabajaba como espía de la inquisición.
Luis Diaz, apodado luego como “El Malshin” (delator), informó a los inquisidores que su compañero de celda, Sebastián, no consumía la carne que le servían de comer en la cárcel, ni barría el piso de su celda los sábados, así como ayunaba todos los lunes y jueves, y que rezaba todos los días en dirección al este, hacia Jerusalem, con la cabeza cubierta. También informó que se lavaba las manos antes de consumir el pan. Posterior a este informe, llevaron a Sebastián ante los inquisidores, para que declarase la verdad, pero como éste negaba las acusaciones que le habían imputado, se procedió nuevamente con la tortura. Esta vez con el instrumento de tortura llamado “el potro”. Después de la quinta vuelta del cordel, Sebastián declaró que es verdad que él era judío, pero que “se arrepentía de lo que había hecho”.
Se acercaba la fiesta de Sucot (cabañas) del año 1603, y aunque Sebastián Rodríguez, que junto a su esposa Constanza Rodríguez, y su pequeño hijo Domingo, ya llevaban siete años encerrados en las cárceles de la inquisición en México, conocida como “La casa chata”, no quería dejar de cumplir con el precepto de la Torá, de celebrar la fiesta de Sucot, y por lo tanto, buscó la manera de poder construir una Sucah (cabaña), incluso dentro del patio de la misma cárcel, y frente a las narices de los inquisidores Alonso de Peralta y Gutierre Bernardo de Quirós.
La ocasión se prestó cuando a principios del mes de septiembre de 1603, el conde de Monterrey, virrey de la Nueva España, le otorgo al capitán Esteban de Lemos, una condecoración. Esteban de Lemos desempeñaba sus labores en el palacio de la inquisición, como notario de secuestros del santo oficio.
Aprovechando este reconocimiento que le habían otorgado a Lemos, Sebastián Rodríguez “decidió honrarlo, y dedicarle una fiesta en su honor”. Los inquisidores le dieron la licencia necesaria para ello, e incluso aprobaron la fecha del 21 de septiembre y la lista de invitados propuesta por el reo Sebastián. Sin embargo, la verdadera intención de esa fiesta no era otra que poder hacer una Sucá, y cumplir con la Mitzvá de comer dentro de ella.
Para este evento, Sebastián solicitó le traigan una gran cantidad de ramas, y que, por orden de los mismos inquisidores, se enviaron a cuatro indios a buscarlas, y traerlas a la cárcel, para preparar “la fiesta”. Inmediatamente se comenzó con la preparación y decoración en el patio de la cárcel, conocido hasta hoy como “patio de los naranjos”, y se procedió a colocar las ramas por arriba de las cuatro paredes del patio, con lo que se pudo de esa manera festejar la fiesta de Sucot, y así cumplir con el precepto de comer dentro de la Sucá, teniendo como invitados a los propios inquisidores, sin que éstos se dieran cuenta que delante de ellos se estaba festejando una fiesta judía.
Para aquella “especial ocasión”, se había preparado una rica comida, que incluía pollo como plato principal, y que incluso a las gallinas les fueron hechas su Shejitá (faena ritual) correspondiente, que para esto habían preparado desde afuera de la cárcel.
Y así fue que, el día 21 de septiembre de 1603, Sebastián Rodríguez, junto a su esposa Constanza, y varios judíos mas que estaban presos en la cárcel de la inquisición, pudieron festejar la fiesta de Sucot, con cantos y mucho regocijo. Y aún más, hasta los propios inquisidores, ignorando la verdadera intención del evento, esta vez habían comido Kosher, y dentro de la Sucá.
El día 2 de junio de 1606, Sebastián Rodríguez, su esposa Constanza Rodríguez, y su hijo Domingo, fueron puestos en libertad.
Hoy, 400 años más tarde, la arriesgada decisión del cripto judío Sebastián Rodríguez, de construir una Sucá, dentro de las propias cárceles de la inquisición, es todavía un ejemplo inspirador de la determinación del pueblo judío, a mantener y cumplir la Tora donde quiera que estemos, incluso frente a las narices de la inquisición española en México.
