4 de agosto de 2019
(Hidabroot) La Torá dice: “No dejará de estar
entre ustedes, pobres en la tierra”. (Deuteronomio 15, 11) Nuestro Creador
nos ordenó dar caridad a los pobres y dones a los indigentes y nos promete que
en el mérito de esto caridad “el Señor tu Di-s te bendecirá en todas tus
obras y esfuerzos”. (ibid, 15, 10) La pregunta es ¿por qué Di-s hizo
su mundo para que tuviera pobres necesitados?
La pobreza y la necesidad son endémicas de un mundo imperfecto donde hay pecado
y falta. Cuando Adán y Eva estaban en el Jardín del Edén, Di-s se ocupó de
todas sus necesidades. El Talmud dice: “Adán estaba recostado en el
jardín del Edén y el ángel estaba asando carne y decantando vino para
él”. (Sanedrín 59b)
Sin embargo, cuando Adán dejó el Jardín del Edén, entró en un mundo de
carencia, con sustento solo por dificultades. El pecado siempre estuvo
cerca y lo hizo tropezar como dice el versículo: “En la entrada, el pecado
miente, y para ti es su anhelo, pero puedes gobernarlo” (Génesis 4, 7). La
Cabalá nos enseña que los pecados que la gente ha cometido y no reparado, les
hace regresar a este mundo para reparar lo que dañaron y la prueba de pobreza
purifica su alma. Di-s trabaja medida por medida con el hombre. Personas con belleza
natural que se volvieron arrogantes y engreídas o avergonzaron a las personas
menos bellas que ellas, es probable que regresen al mundo menos bellas. Las
personas ricas que se volvieron arrogantes y engreídas de su riqueza, o no
fueron compasivas con los pobres, o pecaron en asuntos monetarios, pueden
regresar como una persona pobre para reparar el daño que su pecado causó en su
alma. Esta es una prueba muy difícil ya que incluye no solo la falta, sino
también la vergüenza que la acompaña.
Di-s en su Torá nos exhorta diciendo que alguien que no tiene compasión por el
huérfano y la viuda podría terminar en sus zapatos: “No le causes dolor a
la viuda o al huérfano, porque si grita, escucharé sus gritos y yo se enojará y
te golpearé con la espada y tus esposas serán viudas y tus hijos huérfanos
”(Éxodo 22, 21). Di-s nos dio compasión por los desafortunados y nos dio
el Mandamiento de la caridad para que podamos tener misericordia y
ayudarlos. Esta es nuestra obligación.
Di-s decreta la pobreza de una persona para ayudar a reparar sus almas. Su
destino ya estaba establecido antes de venir al mundo como dice el Talmud: el
rabino Janina Bar Papa explicaría, el ángel designado en el embarazo se llama
“Laila” (noche). El ángel toma la semilla concebida y la lleva a
Di-s y pregunta: “¿Qué pasará con esta gota? ¿Será fuerte o débil,
inteligente o aburrido, rico o pobre? Pero no pregunta: ¿Será justo o malo?” (Nidda
16b)
Hay personas que miran el éxito de otras personas y preguntan “¿por qué no
merecimos la riqueza?”. O “¿por qué se decreta que mi medio de vida
debe tener dificultades y mi vecino lo tiene fácil?”. La verdad es que
todos tienen una contabilidad personal con Di-s dependiente de sus acciones de
sus vidas anteriores y de lo que todavía necesita venir a este mundo para
reparar. Un decreto para una persona no se aplica a la siguiente, su
contabilidad es diferente y vino de un lugar diferente al
suyo. Necesitamos recordar la regla: “Di-s no lamenta la recompensa
que llega a ninguna creación” (Baba Kama 38b) y al final todo está
diseñado para nuestro beneficio a fin de que Di-s nos otorgue el bien en el
próximo mundo.
Así que es importante recordar este punto, que las dificultades en el sustento
se establecieron para el alma incluso antes de que él viniera al mundo. Lo
único que no se establece es si una persona será justa o mala porque eso
depende de la libre elección del hombre. Pero a pesar de que todo está
decretado de antemano en el cielo, Di-s nos permite obtener una recompensa
adicional de Él más allá de lo que merecemos. Esta es la fuerza de las
oraciones y la fe en Di-s. “Hay muchas aflicciones por el mal, pero
el que tiene fe en Di-s estará rodeado de bondad” (Salmos 32, 10).
Di-s nos dio la posibilidad de orarle acerca de nuestra situación,
arrepentirnos y hacer caridad y, a través de ellos, “endulzar” los
decretos que nos fueron decretados antes de nuestra llegada al mundo, incluso
los duros decretos.
En esta línea, nuestros sabios enseñaron: “El arrepentimiento, la oración y la
caridad eliminan el decreto malvado. Y nuestros sabios
dijeron: “La caridad salva de la muerte” (Shabat 156b). El
Talmud tiene muchas historias de personas que estaban destinadas a morir
jóvenes porque fue decretado antes de venir al mundo, pero en mérito de su
caridad se salvaron. Por ejemplo: Se suponía que la hija del rabino Akiva
moriría el día de su boda. Pero Di-s hizo que un pobre hombre viniera al
salón de bodas. Los otros invitados estaban preocupados, pero ella lo vio desde
lejos y ¡le dio su porción de la comida de la boda! A la mañana siguiente
se descubrió que metió la horquilla a través de una serpiente venenosa y la
colocó en la pared al lado de su cama. Eso la habría matado la noche
anterior.
La capacidad de hacer amabilidad con los necesitados es un mérito poderoso que
puede romper los duros decretos. El Talmud establece la razón de esto:
“Alguien que tenga compasión de sus creaciones, merece la compasión del
cielo. Quien no tenga compasión por sus creaciones, no merecerá compasión
del cielo” (Shabat 151b).
Como se mencionó, Di-s trabaja con este mundo “medida por
medida”. Por lo tanto, la Torá nos guía para ayudar a los pobres
generosamente. “Le abrirás la mano y le prestarás todo lo que le
falte” (Deuteronomio 15, 9). No solo eso, sino que la Torá requiere que
demos a los pobres felizmente con un semblante
sonriente. “Seguramente le darás y tu corazón no debería sentirse mal
cuando le des” (ibid 15, 10). En este mérito, la Torá nos promete:
“Porque por eso el Señor tu Di-s te bendecirá en todas tus obras y
esfuerzos”. El Rey del mundo nos promete que cualquiera que dé
caridad encontrará que su situación está mejorando. La caridad es un gran
mérito que puede endulzar los decretos e incluso romperlos.
Hasta la redención final siempre habrá un estado de pecado y perdón en el
mundo. Por esta razón dice: “Porque nunca dejará de ser necesitado dentro
de la tierra. Por lo tanto, le ordeno, diciéndole, seguramente abrirá su
mano a su hermano, a su pobre y a su necesitado en su tierra”. (Deuteronomio
15, 11) Di-s quiere hacer bondad con el pobre a través de nosotros. y nos
nombró mensajeros para hacer este mandamiento. Nos dio el mérito de ser
amables con el mundo y con nosotros mismos a través del desarrollo de nuestra
compasión. Di-s es compasivo y en mérito de su compasión, merecemos luchar
y ser compasivos como él y acercarnos a él.
Escuché una impactante historia de un malvado no judío que bajó la calle y vio
a una pobre mujer pidiendo caridad. Él le preguntó: “Si Di-s no tiene
compasión de ti, ¿por qué debería hacerlo?” Y se fue. En su crueldad
se negó a comprender que está obligado a dársela y con su corazón malvado se
lastimó solo a sí mismo. Di-s dirige el mundo y obtendrá a los pobres el
dinero que deberían haber recibido. Pero el rico perdió el mérito de la Mitzvá
que podría haberse ganado. ¡Es por esta razón que los rabinos a menudo
agradecen a los pobres por darles la oportunidad de darles caridad!
En Purim se nos ordena dar dos regalos a los pobres. Al cumplir este
mandamiento, agradecemos a Di-s por salvarnos del decreto de destrucción de Hamán
y reconocemos todo el bien que Di-s nos otorga siempre. Después de todo,
la verdad necesita ser dicha; nuestro dinero y medios de vida no nos
pertenecen en absoluto. Nos son entregados como un depósito de Di-s, quien
nos nombró mensajeros para llevar a cabo Su voluntad. Todos somos
invitados a su mesa y todo lo que tenemos nos fue dado como caridad y
amabilidad de Di-s. Entonces “dale de lo que es suyo, porque tú y tus
pertenencias son suyas” (Pirké Abot – Etica de los Padres 3, 7).