23 de diciembre de 2019
Israel no comete crímenes de guerra.
Ese es el mensaje que Israel necesita enviar al mundo, a la luz de la recomendación hecha el viernes por la fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI), Fatou Bensouda, de investigar a Israel en relación con los presuntos crímenes de guerra derivados de la Operación Margen Protector de 2014 en Gaza; la actividad de los poblados desde entonces; y la respuesta de las FDI a la violencia islamista los fines de semana a lo largo de la valla fronteriza de Gaza.
Israel tiene soldados que han cometido crímenes mientras estaban en acción, al igual que todos los países que participan en campañas militares activas.
Y cuando esto ocurre, los tribunales militares y civiles del país se ocupan de los casos y consideran responsables a los implicados.
Bensouda, en lo que parece poco más que una hoja de parra, escribió que también hay una “base razonable” para creer que Hamas y los “grupos armados palestinos” cometieron crímenes de guerra. Como si hubiera alguna duda de que el lanzamiento indiscriminado de miles de cohetes sobre Sderot, Ashkelon y las comunidades cercanas -o el prender fuego a propósito a miles de dunams de tierras agrícolas y bosques- es cualquier cosa menos un crimen de guerra.
Pero es obsceno que Bensouda ponga a Israel y a las organizaciones terroristas en igualdad de condiciones. A diferencia de Hamas -y de lo que Bensouda llamó en un lenguaje saneado “grupos armados palestinos”- Israel no daña intencionadamente a los civiles en Gaza ni en ningún otro lugar.
Sí, los civiles son perjudicados en Gaza por las acciones de las FDI, pero no son el objetivo.
En 2015, un grupo de ex altos mandos militares y generales de ocho países democráticos escribió un informe tras realizar una investigación sobre la Operación Margen Protector. Su conclusión: La conducta de Israel en el conflicto “cumplió y en algunos aspectos excedió los más altos estándares que establecimos para los militares de nuestras propias naciones… Las FDI no sólo cumplieron con sus obligaciones bajo el Derecho del Conflicto Armado, sino que a menudo las excedieron en el campo de batalla con un costo táctico significativo”.
Además, Israel necesita decir categóricamente que permitir que los judíos vivan en Judea y Samaria no es un crimen de guerra.
Los judíos que viven en el lugar del Shiloe bíblico, o a la sombra del Muro Occidental y el Monte del Templo, no están cometiendo crímenes de guerra. Se puede argumentar la sabiduría política de vivir allí y se puede decir que hacer la paz con los palestinos es más difícil porque ellos viven allí, pero decir que un judío que vive en Judea -la cuna de la civilización judía- es un criminal de guerra, es ridículo.
Adolf Eichmann era un criminal de guerra. Saddam Hussein era un criminal de guerra. Los responsables de los genocidios de Camboya, Ruanda y Darfur son criminales de guerra. ¿Pero el juez de la Corte Suprema David Mintz, que vive en Dolev en Samaria, es un criminal de guerra? Póngase serio.
Y ese absurdo debe ser resaltado mientras Israel lucha contra la recomendación de Bensouda y trabaja para que el tribunal no siga este caso. O, como dijo el primer ministro Benjamin Netanyahu el domingo al comienzo de la reunión semanal del gabinete: “Convertir el hecho de que los judíos vivan en su tierra en un crimen de guerra es un absurdo de proporciones inimaginables”.
Hay muchos argumentos que Jerusalem usará para convencer a las democracias occidentales -en primer lugar, a los EE. UU.- de que presionen a la CPI para que abandone este caso.
Un argumento será que la corte carece de jurisdicción en el asunto porque sólo tiene validez cuando un estado que es signatario del Estatuto de Roma de 1998 -que estableció la corte- se dirige a ella para tomar acción. La posición de Israel es que, a pesar de las afirmaciones palestinas en sentido contrario, y a pesar de que la Autoridad Palestina firmó el Estatuto de Roma, no existe un Estado palestino.
Jerusalem también argumentará a las democracias del mundo que lo que comienza con Israel no terminará con Israel, y que, si hoy los políticos y soldados israelíes serán acusados de crímenes de guerra por la muerte no intencional de inocentes durante una campaña militar, entonces mañana los políticos y soldados de otros países también se verán acusados de ello.
Esos argumentos -que son fuertes y sólidos- son legalistas. Se deben presentar, y se presentarán. Pero a medida que se presentan, una simple verdad debe ser repetida una y otra vez, porque las mentiras sobre la comisión de crímenes de guerra por parte de Israel se repiten una y otra vez: Siria comete crímenes de guerra intencionalmente, Irán comete crímenes de guerra intencionalmente, Turquía comete crímenes de guerra intencionalmente – Israel no.
(JPost)