3 de enero de 2020
“Yosef preparó su carro y fue a encontrarse con Israel su padre, a Goshen; y se le apareció a él, cayó sobre su cuello y lloró sobre su cuello excesivamente”.
Rashi señala que, aunque Yosef cayó sobre el cuello de su padre, Iaacov no actuó recíprocamente y ni siquiera besó a su hijo.
¿La razón? Nuestros rabinos nos dicen que Iaacov estaba recitando Kriat Shemá y no podía interrumpir.
Hay una pregunta obvia aquí. ¿Por qué Iaacov eligió decir Kriat Shemá en el preciso momento en que estaba por encontrarse con su hijo por primera vez en veintidós años? Si vas a sugerir que tal vez el tiempo de Kriat Shemá llegó en ese instante, entonces ¿acaso Yosef no habría estado ocupado también diciendo Kriat Shemá?
Es más, el pasuk parece implicar que Iaacob primero vio a Yosef y sólo después comenzó a recitar el Kriat Shemá ¡en lugar de celebrar el largamente esperado encuentro!
Zera Shimshon responde trayendo al Zohar (III:236b) que dice: “Las palabras Shemá y Ejad juntas forman la palabra Esmaj. La última letra ayin (cuyo valor numérico es 70) de Shemá nos refiere a los tres patriarcas, ya que Abraham Abinu (que representa el jésed) construyó 70 puentes de jésed, Itzjak (que representa juicio) dio origen a los 70 ancianos del Sanhedrin, y Iaacob fue el padre de setenta almas que entraron a Egipto. Y la última letra dalet refiere a las cuatro matriarcas”.
Iaacob Abinu nunca había visto a sus setenta descendientes juntos hasta ese momento. La reaparición de Yosef significó que todas las tribus estaban reunidas por primera vez en muchos años. En el increíble momento en que todo esto ocurrió, Iaacob comenzó a recitar Kriat Shemá con el fin de poner los últimos retoques en su tikkun -reparación- personal, la unión inherente a la letra ayin, y luego unirlo todo.